LA ASIGNATURA PENDIENTE

Análisis

Una vez concluidas las convenciones de los dos partidos políticos, la pregunta del millón es si, pasadas las elecciones del próximo 6 de noviembre y suponiendo que el presidente Barack Obama gana un segundo mandato, el Congreso finalmente aprobará la escurridiza reforma migratoria.

La plataforma demócrata y la republicana ofrecen dos visiones muy distintas para el futuro rumbo de Estados Unidos en esa materia.

En lo que se refiere a los indocumentados, la demócrata renueva la fallida promesa que hiciera Obama como candidato presidencial en 2008 de poner en marcha una reforma migratoria que ponga fin a la desesperanza que aflige a miles de familias inmigrantes.

Abanderando la consigna de “Adelante” para el “fortalecimiento de la comunidad estadounidense”, el documento que los 6,000 delegados demócratas aprobaron en el primer día de su convención nacional en Charlotte reitera su “firme compromiso” con una reforma migratoria integral que “apoya nuestras metas económicas y refleja nuestros valores como una nación de leyes y una de inmigrantes”.

El texto señala que, en la actualidad, el sistema migratorio no responde a las necesidades del mercado laboral, separa a las familias, supone una carga adicional para las autoridades policiales y, sobre todo, “deja a millones de personas trabajando y viviendo en la sombra”.

“Los demócratas saben que hay un amplio consenso para reparar ese sistema y fortalecer nuestra economía, y que el país urgentemente necesita una reforma migratoria integral que saque de la sombra a los inmigrantes indocumentados”, indica.

Para obtener la regularización, los indocumentados tienen que aprender inglés y pagar impuestos para ponerse en vías de una eventual ciudadanía.

Por su lado, los republicanos han plasmado en su plataforma una línea dura contra los indocumentados, apoyando que se complete un muro en la frontera con México, un fin a las ciudades “santuario” que acogen a indocumentados, y la obligatoriedad del programa de “E-Verify” para impedir la contratación de extranjeros clandestinos.

Estos ingredientes, vitales en el recetario de los conservadores para combatir la inmigración indocumentada fueron propuestos por el secretario de Estado de Kansas, Kris Kobach, un asesor informal del candidato presidencial republicano, Mitt Romney.

La plataforma republicana, un ideario de la base conservadora, dejó en claro su oposición a una “amnistía” porque considera que eso alienta la inmigración ilegal.

En comparación con la plataforma republicana de 1980, el giro hacia la derecha de la aprobada en Tampa, por si hubiese duda, quedó de manifiesto, por ejemplo, en su apoyo a que el inglés “sea el idioma oficial de la nación”.

En un guiño a los conservadores, Romney mantuvo durante las primarias una línea dura contra los indocumentados, incluso promoviendo su “auto-deportación”. Después, en un giro hacia el centro, pasó a apoyar una reforma que amplíe los programas de visas legales.

De especial preocupación son las declaraciones al diario “Miami Herald” de la legisladora republicana de Florida, Ileana Ros-Lehtinen, la semana pasada- “Nadie debería votar por Mitt Romney pensando que cambiará sus posiciones”.

Aún así, la reforma migratoria sigue siendo una asignatura impostergable, sin importar la futura composición del Congreso tras los comicios de noviembre.

El próximo inquilino de la Casa Blanca, sea Obama si logra un segundo mandato, o Romney, si al final gana su segundo intento por ganar la presidencia, tiene que invertir el capital político que se requiera para impulsar esa reforma.

La comunidad inmigrante, cada vez con mayor peso político, sigue esperando.

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