Los grandes de la moda huyen de Argentina (fotos)

Las condiciones económicas de ese país han hecho que firmas de moda como Louis Vuitton, Armani o Cartier dejen sus tiendas.

Bolsas y carteras Louis Vuitton, uno de los grandes de la moda que ha dejado Argentina.

Bolsas y carteras Louis Vuitton, uno de los grandes de la moda que ha dejado Argentina. Crédito: EFE

BUENOS AIRES (AP) – Chau Armani. Hasta la vista Cartier.

Las principales casas de diseño del mundo se están yendo de Argentina, escapándole a nuevas restricciones económicas y dejando vacías las estanterías y vidrieras de la elegante Avenida Alvear, donde los turistas alguna vez buscaban los artículos de última moda.

Emporio Armani fue el primero en irse, en el 2009, y le siguió Yves Sainit Laurent en diciembre del año pasado. Este año se marcharon Escada, Calvin Klein Underwear, Ralph Lauren, Louis Vuitton y Cartier. El martes Kenzo anunció asimismo su partida.

La marca japonesa, propiedad de la casa francesa Louis Vuitton Moet Hennessy, emitió un comunicado en el que atribuyó el cierre de su negocio el 10 de octubre al “complejo contexto económico” de Argentina.

Estas empresas sufren las consecuencias de las medidas del gobierno argentino para impulsar la producción nacional y generar más ingresos para ayudar a los pobres.

Para la gran mayoría de los argentinos, la partida de estas casas pasa inadvertida. Después de todo, las carteras de Louis Vuitton que tanto le gustan a la presidenta Cristina Fernández cuestan el equivalente a un mes de salario de un obrero promedio. Pero están dejando a cientos de personas sin trabajo y hay quienes dicen que reflejan problemas más profundos con la economía.

Restricciones a las importaciones impidieron a Kenzo traer sus colecciones de primavera y verano, según la empleada de ese negocio Stella Christianopol. “Es una pena porque Alvear está apostando a ser como la Quinta Avenida de Nueva York o Champs Elysee en París”, expresó Costanza Sierra, consultora con más de 20 años de experiencia en la venta de productos de grandes diseñadores en Argentina.

“Esto le hace daño a la imagen del país. Es lo que a mí me parece más triste”, agregó.

El gobierno populista argentino no lamenta la partida de estas marcas. El ministro de turismo Enrique Meyer se limitó a recomendar a las clases pudientes “que coman empanadas”. Sostuvo que su partida tendrá un impacto mínimo en la economía nacional.

“Louis Vuitton está en todos lados”, declaró Meyer por radio Mitre la semana pasada. “En cambio, nosotros tenemos marcas que están creciendo cada vez mas”.

Mencionó las marcas Cardon (chaquetas, carteras y otros artículos de cuero), Pampero (pantalones tipo gaucho y otras indumentarias), las empanadas El Noble Repulgue y los helados Freddo.

La mayoría de estas marcas tienen poco en común con las que se están yendo de Argentina, que, por su naturaleza, están particularmente expuestas a las restricciones a las importaciones y al cambio de divisas, que fueron adoptadas para proteger a los productores nacionales. Sierra admite que los productos de grandes diseñadores son adquiridos por una pequeña elite en este país de 40 millones de habitantes, pero dijo que “hay un montón de gente que se queda sin fuentes de trabajo, no solo en las tiendas, sino en marketing, eventos. Hay satélites alrededor de esto”.

El problema fundamental es que la moneda argentina está sobrevaluada, de acuerdo con Ramiro Castiñeira, economista de la firma consultora bonaerense Econométrica. Con el dólar cotizado a 4,7 pesos, es más económico importar bienes que producirlos en el país, indicó. Pero en lugar de encarar ese problema de frente, el gobierno decidió retener las licencias para la importación hasta que las empresas se comprometan a destinar un monto similar al de sus importaciones a la producción en Argentina.

Estos controles a la importación han reducido la oferta de productos que los argentinos ansían comprar antes de que sus pesos pierdan valor, generando una espiral inflacionaria y un mercado negro de divisas, de acuerdo con Castiñeira.

El mercado negro de dólares en la práctica devalúa el peso, que se cotiza informalmente a 6,2 por dólar, si no más. Es mucho menos que la cotización oficial, pero un buen negocio si se toma en cuenta que una inflación anual que puede superar el 25% acaba con las ganancias. En respuesta a este frenesí por comprar dólares, el gobierno impuso más controles todavía y requiere a empresas e individuos que reciban una aprobación del gobierno antes de adquirir divisas extranjeras para sacar del país.

Muchos negocios encontraron formas de sobrevivir: Christian Lacroix e Izod Lacoste abrieron fábricas en Argentina donde producen prendas usando telas importadas y Research in Motion está ensamblando teléfonos Blackberry en el país. Otras firmas encontraron productos argentinos de exportación que no tienen nada que ver con sus ramos pero satisfacen el requisito de fomentar la producción nacional.

Las grandes marcas, sin embargo, no tienen salida porque se ven obligadas a importar todos sus productos. Se supone que los artículos de Escada vienen de su sede en Luxemburgo y a quien le interesaría comprar mercancías de Luis Vuitton si sabe que están hechas en alguna provincia argentina y no en encantador rincón de Francia.

Los ricos sobrevivirán, afirma Sierra. Los argentinos en condiciones de comprar artículos caros pueden hacer lo que hizo su presidenta: viajar a Nueva York o París para adquirir los últimos diseños.

Sin embargo, en las avenidas Alvear o Callao del exclusivo barrio porteño de Recoleta, con un aire europeo, reina un ambiente de pesimismo.

La situación es tan gris que incluso negocios argentinos con mucha historia están cerrando sus puertas.

“Me tengo que ir”, expresó Alberto Vannucci, que planea cerrar en diciembre un negocio familiar que lleva más de un siglo vendiéndole artículos de cuero hechos a mano a los mejores jugadores de polo del mundo. “Llegamos a este momento en que comercialmente este negocio no da para más”.

“Se carece de dinero del turismo bueno. El que vienen ahora viene para almorzar y cenar, nada más”, agregó. “Pero también este turismo se está retirando, porque resulta carísimo”.

“Estoy derrotado, pero tengo una cosa que es lindo. Yo a mi país lo quiero, no me importa quien gobierne. Espero solamente del gobierno que cumpla su mandato y corrija sus errores, que no esté ciego mirando para cualquier lado”.

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