Roberto C. GranatoUrólogoMETROPOLITAN SPECIALTY PHYSICIANS

El doctor Roberto Granato, uno de los más eminentes urólogos argentinos y pionero en el campo de la cirugía transexual, es una persona en extremo modesta, que atribuye gran parte de sus logros a la suerte y a las casualidades.

A la suerte atribuye, entre muchas cosas, que después de haber terminado estudios de medicina en la Universidad de Buenos Aires en 1954 fuese aceptado para una residencia en el Instituto de Investigaciones Urológicas de la Universidad de Columbia y luego becado por la Asociación Estadounidense del Cáncer para hacer investigaciones sobre el cáncer urológico.

Después de dos años con la entidad, decidió concentrarse en su labor como docente en Columbia University y abrir en Queens su propio consultorio de urología.

“La verdad es que en mi vida he sido muy suertudo”, afirma. “Muchos médicos empezaron a enviarme cantidad de casos… Solo que en un momento dado empecé a ejercer una actividad muy especial por razones completamente fortuitas”.

La actividad especial que menciona es que un cirujano cosmético y plástico le propuso una intervención en la uretra de un paciente que se había hecho una operación de cambio de sexo –algo muy poco común en aquel entonces– y le habían dejado la uretra muy alta. También aceptó el desafío cuando otro médico le preguntó a principios de los 70 si se animaba a hacer un cambio de sexo. Empezó a buscar la documentación al respecto y encontró poquísimo. Optó entonces por continuar explorando a partir de su pericia en esa zona quirúrgica, y llegó a ser un especialista tan exitoso, que solo en el año 73 realizó más de 150 operaciones de cambio de sexo.

Su carrera como investigador, docente y cirujano es verdaderamente brillante y plena de reconocimientos. Fuera de su especialidad es recordado por el caso de su paciente más célebre: el médico y tenista Renee Richards. Cuando se hacían los preparativos para la filmación de una película basada en la biografía de Richards, los productores lo visitaron para proponerle que se interpretara a sí mismo.

“Yo no soy artista, soy cirujano”, les respondió él, quien aquel día se encontraba tan ocupado como de costumbre.

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