Se juegan la vida para poder sobrevivir

Vendedores latinos desafían el peligro porque necesitan llevarle sustento a su familia

Don Manuel Viera, chileno de 71 años se juega la vida día tras días vendiendo naranjas para ganar un poco de dinero.

Don Manuel Viera, chileno de 71 años se juega la vida día tras días vendiendo naranjas para ganar un poco de dinero. Crédito: Fotos: Zaira Cortés / EDLP

Manhattan – Sin miedo a ser atropellados y decididos a desafiar el peligro con tal de llevar el sustento a su familia, vendedores latinos caminan entre autos para ganarse unos dólares con la venta de fruta.

En las inmediaciones de Washington Bridge, cerca de la Avenida Amsterdam, en el Norte de Manhattan, varios comerciantes burlan vehículos caminando con destreza en medio de los carriles. Con la esperanza de ganar unos $30 a $60 por día, se acercan a los automovilistas para ofrecerles bolsitas de fruta.

Caminando al filo de líneas amarillas y blancas trazadas en la carretera, los hombres levantan los brazos para mostrar los pequeños paquetes con rebanadas de naranja, mango y piña, que comercializan entre $1 y $2 durante jornadas de hasta 16 horas.

El chileno Manuel Viera, de 71 años, acude diariamente al lugar para aprovechar las horas pico del tránsito. A pesar de una enfermedad en los pies que le impide caminar por largos periodos, el hombre avanza lentamente, intentando convencer a los apresurados clientes con una sonrisa.

Viera, que tiene unos cinco años de vender naranjas en el sitio, comentó que además de reunir $30 por día, también acumula alegrías y tristezas.

“Hay conductores que se llevan la fruta sin pagar, otros me tiran el dinero porque la luz les apura el paso. Es imposible buscar un dólar en medio de decenas de carros”, acotó. “No todo es malo. Hay buenos samaritanos que me obsequian algunos dólares o me dejan el cambio”.

Viera admite que burla la muerte cada día al vender en los confines de Washington Bridge, pero dice que teme más a no ganarse la vida honestamente.

“Tengo 30 años viviendo en este país y nunca he pedido ayuda al gobierno, no quiero vivir con el sudor de otros”, indicó el comerciante con orgullo. “Mientras tenga vida trabajaré para mantenerme, pues no tengo familia”.

El hombre comentó que compra una caja de naranjas por $28 en la marqueta de Hunts Point, en El Bronx, lo que representaría un día trabajo. Diariamente despierta de madrugada para pelar la fruta.

“Hace cinco años trabajaba unas ocho horas, pero ahora mi jornada es el doble para ganar el mismo dinero”, se lamentó.

El compañero de Viera, un mexicano que se identificó como Pedro y padre de cuatro niños, explicó que para ser un vendedor de carretera se necesita vencer el miedo.

“Cuando se sufre de necesidades económicas, el peligro se vuelve un gaje del oficio”, acotó sin perder de vista a los automovilistas. “Muchos dicen que no vale la pena arriesgar la vida por $40 o $60 al día, pero prefiero hacer esto que robar”.

Pedro expresó que tiene unos dos años vendiendo rebanadas de piña y mango en el transitado lugar, pues perdió su trabajo en un restaurante en Manhattan.

“La Policía viene y nos pide que salgamos de aquí porque es peligroso, ellos hacen su trabajo, pero yo regreso porque no tengo otra oportunidad de empleo”.

Las inmediaciones de Washington Bridge es sólo alguno de los muchos sitios en Nueva York donde comerciantes latinos se juegan la vida por unos dólares. En las carreteras de CO-OP City y otros cruceros de El Bronx es frecuente ver a los audaces comerciantes.

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