Un trabajo del ‘más allá’

Hispanos cuidan monumentos y jardines del histórico camposanto de Sunset Park

Brooklyn – De niño, cuando Gustavo Padilla pasaba el cementerio Green Wood de Sunset Park, se moría de miedo. Casi tres décadas después, el puertorriqueño que se conoce el camposanto al dedillo dice temer más a los vivos que a los muertos.

El nativo de Camuy, de 32 años, es uno de 96 trabajadores –más de 70% son latinos, según el superindente de operaciones, Art Presson– que cuidan los 478 acres de verdor y monumentos del cementerio de 1838. Allí están enterrados héroes de la Guerra Civil y famosos como el artista Louis Comfort Tiffany y el compositor y director Leonard Bernstein. Patrimonio de la nación desde 2006, este hermoso lugar fue escenario de la batalla de Long Island, en 1776.

Como todos sus compañeros de mantenimiento, Padilla comenzó cortando la grama en Green Wood hace nueve años. “Es un sitio muy lindo para trabajar y sentirte bien”, admite. Para ganarse el puesto a tiempo completo, la prueba fue abrir su primer boquete a mano, un rectángulo de cinco pies de profundidad para alojar un ataúd.

“Ese día me sentí realizado, aunque después todo me dolía”. En sus días de enterrador, lo duro fue separar sus sentimientos del trabajo. “Al principio no podía con el dolor de ver a los familiares”. Ahora que lo logró, se preocupa más por saber quiénes ocupan las tumbas que él cuida con sus manos.

“Para ser enterrador se necesita ser fuerte, no estar nervioso y ser muy cuidadoso”, explica el puertorriqueño Félix Hernández, quien antes de quedar fijo en el cargo pasó cuatro años laborando día y noche en una distribuidora de cerveza y el cementerio para mantener a su esposa y dos hijos.

Uno de los momentos más amargos que vivió siéndolo fue el sepelio de la hermana de un amigo de su infancia en Sunset Park. “A final no pude hacerlo”.

Antes, recuerda, en el camposanto atendían hasta 19 servicios por día”, recuerda el nativo de Caguas. Ahora, las cremaciones tienen la mayor demanda.

Hoy, en su agenda no hay cabida para el aburrimiento entre proyectos de restauración y jardinería, como el oasis que él y Padilla ayudaron a rescatar en uno de los lagos del cementerio.

“Nunca habíamos visto algo así”, comenta sobre los daños que vándalos causaron en más de 51 tumbas en el verano. “Reparamos las alas de varios ángeles y algunas las hemos tenido que reconstruir y hacer luzcan de 100 años”, expresa con orgullo. Hoy apenas tres quedan pendientes por reparar, aseguró Art Presson.

Desde 1994, su compañero Isaac Feliciano, de 53, ocupó seis posiciones hasta ser supervisor. Bajo su mando, cuadrillas de obreros se encargan de que la grama y vías estén perfectas y limpias.

“Trabajar aquí es lo mejor, porque siempre estás al aire libre, escuchando los pichones”, opina. Pero, también, es allí donde reposa su esposa fallecida en los atentados del 11 de septiembre. “El que ella esté aquí me hace sentir mejor”, expresa el obrero de Yauco, quien desde ese nefasto día ha criado solo a sus dos hijas, con la ayuda de su suegra.

Feliciano es el único de sus compañeros que ha visto en Green Wood sombras y escuchado que lo llaman por su nombre, sin que haya nadie a su alrededor. “Con el tiempo ya ni prestas atención”, agrega sonriendo ante el inmenso arco de entrada al camposanto.

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