En tinieblas el sur de Manhattan

Varios vecindarios desde Wall Street hasta Chelsea siguen sin energía y ni siguiera los semáforos están funcionando

Clientes acuden a una tienda sin electricidad en el Barrio Chino en el sur de Manhattan.

Clientes acuden a una tienda sin electricidad en el Barrio Chino en el sur de Manhattan. Crédito: AP

Nueva York – Sin semáforos desde la calle 40, bajar hacia el sur de Manhattan tras el paso de Sandy es adentrarse en una ciudad fantasma: los emblemáticos rascacielos del distrito financiero, las tiendas de Broadway, las viviendas frente al Hudson y hasta el lujoso hotel Standard están sumidos en la oscuridad.

“Es extraño ver la ciudad sin luces, normalmente es abrumadoramente luminosa, y ahora está tomada por la oscuridad”, dijo Melissa, una joven de 26 de años de Hawai que, como otras más de 750,000 personas en Nueva York, ha sufrido el apagón que ha causado el devastador paso del ciclón por la ciudad.

Los cortes de electricidad han dejado a oscuras a las avenidas más cercanas a las orillas del East River y el Hudson, que abrazan a este y oeste la isla de Manhattan, prácticamente desde la calle 42 hasta el extremo sur, aunque se ha salvado del apagón la orgía de luz y color de la emblemática Times Square.

Parecía más brillante la luz blanca del Empire State Building vista desde el corazón financiero de la Gran Manzana, totalmente a oscuras y prácticamente desierto a excepción de los agentes de la Policía y el personal de la empresa eléctrica Con Edison que se afanaban en restablecer el orden arrebatado por Sandy.

“A las siete de la tarde de ayer (lunes) me quedé sin electricidad y todavía seguimos sin luz”, explicaba otra de las afectadas, Susan, una suiza residente en Wall Street que trabaja desde hace cuatro meses para una aseguradora, por lo que afirma que en los próximos meses estará desbordada de trabajo.

Mientras mira atónita hacia lo más alto de un rascacielos sin una sola luz saliendo de sus ventanas, asegura: “Jamás pensé que algo así podía suceder aquí”.

El panorama es desolador en las calles más cercanas a la confluencia del Hudson y el East River, en la punta sur de Manhattan, puesto que fue precisamente en ese área, la de Battery Park, donde la crecida de las aguas llegó a alcanzar el lunes los 3.4 metros, batiendo un récord que se remontaba a 1821.

La entrada del agua debido a la “tormenta perfecta” de Sandy ha dejado inundados los sótanos de prácticamente todos los edificios y aparcamientos de la zona, donde este martes se trataba de achicar a golpe de manguera, pero puede que la escena más impresionante la siga dejando el anegado túnel de Battery, que conecta ese área con Brooklyn.

El espectáculo, que algunos neoyorquinos y turistas decidieron ir a ver antes de que la ciudad vuelva a la normalidad, se tornaba más lúgubre a medida que iba cayendo la noche, puesto que ni semáforos ni farolas iluminaban las calles, presididas por gigantescos edificios a oscuras.

Nada parecido se vivía en esta ciudad desde el apagón de 2003, que afectó a todo el noreste de EEUU y Canadá, pero “aquello fue muy rápido. Esto genera más incertidumbre porque no sabemos cuándo tendremos luz otra vez, puede que en cuatro días”, aseguró Jason, un neoyorquino de 30 años residente también en Wall Street.

Ni siquiera el más exclusivo de los hoteles de Manhattan se ha podido salvar del azote de Sandy, la gran mole de cemento que es el hotel Standard, ni los igualmente lujosos edificios de oficinas y apartamentos situados a las orillas del Hudson, que prácticamente se perdían en la oscuridad de la noche.

Pero el apagón no se limita al extremo sur de la isla. También ha hecho de las suyas en barrios como Chelsea, en concreto en la casa de Virginie, una mexicana de 28 años que no tiene electricidad desde el lunes, unas dos horas después de que el ciclón postropical tocase tierra en el sur de Nueva Jersey.

Ella fue una de las tantas personas que decidió salir a la calle e pese a los llamamientos de las autoridades, en busca de un restaurante donde cenar que encontró en una página web creada específicamente para encontrar los establecimientos abiertos a pesar de los embates de Sandy.

Tras enterarse de que toda la fachada de un edificio se había desplomado en la Octava avenida por los vientos huracanados de hasta 150 kilómetros con los que azotaba la tormenta a la ciudad, decidió regresar a casa y esperar entre la luz de las velas “a que vuelva pronto la electricidad”.

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