Sandy era mi favorita

En países desarrollados, como Estados Unidos y Canadá, los desastres naturales, además de causar consternación por las pérdidas humanas, son en cierta forma catalizadores de las economías locales.

Esto así porque -por lo general- hay fondos del gobierno central [federal] para socorrer las zonas afectadas por las involuntarias calamidades. Amén de las pólizas de seguro que los afectados más precavidos no tardan en reclamar.

Esta combinación de asistencia estatal segura y de reclamo monetario a las aseguradoras, es lo que convierte al estado de Florida, por ejemplo, en la meca del empleo en el área de la construcción, después del paso de las tormentas cada año.

En Quisqueya, las cosas son un tanto diferentes; cualquier disturbio atmosférico, por pequeño que sea, puede traer consigo muertes, enfermedades, desolación.

Sin embargo, hay una arista positiva en los desastres naturales, es que destechan el bohío nacional y permiten ver en panorámica la verdad “monda y lironda” de nuestro país.

Estas señales de la Madre Naturaleza, que en algunas culturas denominan “designios de Dios”, han servido tradicionalmente para alertar a los nuevos gobernantes dominicanos de cual pudiera ser el rumbo a seguir en materia ejecutoria de las obras públicas.

Si pasamos revista, con objetividad, notaremos que la mayoría de los desmanes generados por la tormenta Sandy, están relacionados con las dos primeras partes del citado y victorioso lema de campaña: “continuar lo que está bien” y “corregir lo que está mal”.

El grueso de construcciones públicas que fue afectado por el desastre nacional Sandy, es parte importante de “lo bueno que se hizo en la pasada administración” y así lo entendió el pueblo que votó mayoritariamente por Danilo.

El presidente de todos los dominicanos debe tener muy presente que el capital invertido en dichas obras, cuyo monto es tal que se le considera la causa primera del déficit financiero actual, no puede ser para que al primer aguacero -ciertamente fuerte pero no extremo- dichas obras colapsen, causando grandes pérdidas en la economía nacional; y por suerte, unas pocas pérdidas humanas.

El presidente Medina tiene en sus manos la implementación de la segunda parte del lema de campaña: “corregir lo que está mal”, pero no al estilo que quisiera la oposición desaprensiva, que clama por meter a la cárcel, inmediatamente, a todos los funcionarios del gobierno anterior, soñando infantilmente con “pescar en mar revuelto”.

El asunto tiene otro ribete, y no puede ser precisamente el de la inmediatez y la improvisación. Hay que ir al fondo del problema. El estado dominicano no puede seguir gastando la fortuna que ha gastado en obras que no alcanzan ni remotamente su promedio de vida útil.

Hay que empezar con definir los códigos de construcción, adecuándolos cuando fuere necesario a los estándares modernos de la región.

Debemos recordar que el compromiso del actual presidente es principalmente con el futuro del país. El mandatario no se puede correr el riesgo de afectar el balance actual del poder y hacerle el juego a los que apuestan a una división del soporte principal del gobierno, el Partido de la Liberación Dominicana.

El debe actuar con el criterio médico que prima en las salas de emergencia de cualquier hospital del mundo: primero se detiene la hemorragia, se preserva la vida del paciente usando todos los medios disponibles, desde el entubado para suministrar oxígeno hasta los expansores de plasma, a fin de garantizar que se mantenga la correcta circulación sanguínea.

En cierta forma, Danilo es eso: un médico a cargo de un gran hospital; con un personal que está obligado a mantener vivo al paciente, que es el país dominicano. Otro personal trabajando en otras instancias, creando los mecanismos para que de nuevo, no se presente la crisis, ya recurrente por falta de voluntad política.

Claro está, que dentro de los “mecanismos para que de nuevo, no se presente la crisis”, está incluida y bien definida, la acción de la justicia para penalizar a los que de una forma u otra, violenten la “nueva regla general de comportamiento ético desde el gobierno”.

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