Eso no pasa por “arrancados”

Sin derecho a réplica y con la cabeza baja como hijos sumisos, los países latinoamericanos que sufrimos la mala fortuna de ser productores y comercializadores de droga ilegal, tenemos que aguantarnos el golpe dado por el pueblo estadounidense de tener el derecho de legalizar la marihuana dizque con fines recreativos.

Suena no solo cínico sino ofensivo que, en los estados de Colorado y Washington, en un referendo en las urnas, el pueblo haya tomado la controvertida decisión.

El problema no está en que esa gente, de quien dudo todos sean marihuaneros, resuelva decir sí en esa consulta popular. Esta tiene que ser una decisión política a nivel federal y no local y debe darse bajo concertación con otros países, con el fin de que sus efectos sean constructivos y equitativos.

Sin lugar a dudas, la legalización golpearía las finanzas de los carteles, en especial los mexicanos, proveedores de parte de la marihuana que consumen en los Estados Unidos, pero también sacudiría a la comunidad que tendrá que asumir costos familiares y sociales para los cuales hay que estar preparados.

La ONU advirtió que la legalización de la marihuana con fines recreativos en esos dos estados viola los tratados internacionales de control de drogas y representa una gran amenaza para la salud pública.

Pero, Estados Unidos siempre hace lo que se le viene en gana. Ya en 17 estados, más el Distrito de Columbia, la marihuana es usada con fines médicos y se ha comprobado que cientos de doctores distribuyen fórmulas por razones inverosímiles, desde reducir el estrés hasta para el dolor de piernas. Así cualquier persona puede quejarse de enfermedades falsas y ciertos médicos, sabiéndolo, la recetan para ganarse unos dolaritos por la consulta.

El abuso de la cannabis puede generar problemas cognitivos y desórdenes mentales, dicen los científicos que estudian sus efectos. Ese es otro tema clínico que habría que analizar más a fondo, antes de legalizar, pero, muchos conocemos a consumidores sociales que llevan una vida aparentemente normal. ¿Son un peligro para la sociedad? Lo son quienes abusan del alcohol y conducen.

Produce contrariedad, en esta decisión “del pueblo” estadounidense, la doble moral que hay para el tema. En el cine, la televisión y la vida cotidiana se habla con naturalidad de la marihuana, pero se escandalizan y desoyen propuestas coherentes como las de Otto Pérez Molina, presidente de Guatemala y de Juan Manuel Santos de Colombia, quienes valientemente han planteado legalizar la droga para reducir la criminalidad que ocasiona la ilegalidad en sus países.

Las naciones ricas y poderosas donde la marihuana casi hace parte de la canasta familiar, no quieren escucharlos, pero eso nos pasa por ser arrancados, como se dice en Colombia en referencia a los pobres.

Necesitamos de la ayuda para luchar contra las drogas, mientras tanto, ponemos los muertos que para los electores de Colorado y Washington, valen huevo.

Por arrancados y dependientes nos toca esperar qué resuelve el tío Sam, mientras consolamos a las miles de viudas y huérfanos que sigue dejando la guerra contra las drogas en Latinoamérica. Yo insisto en la rebelión.

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