Vida transparente

La artista se mostró siempre tal cual era y se ganó a su público

Jenni Rivera era más que su música y sus negocios. La fama no le llegó porque tuviera una potente voz o fuera una gran intérprete. Era ella por sí misma: su vida, sus tragedias, su fortaleza y su manera de enfrentar los problemas. Eso más que su música era lo que admiraban sus seguidores.

Fue el estereotipo de un nicho de la sociedad, al que se le rechazaba, se criticaba por sus acciones y que por su carácter inmutable, se rebelaba. Esa era Jenni, la que tenía y padecía una vida como cualquier otra mujer y no lo ocultaba.

Jenni era el reflejo de la mujer luchona, que no se quedabaa ahogarse en sus desgracias sino que salía a olvidarse de ellas. Fue la mujer que tuvo que pelear desde antes de nacer, que vivió en la pobreza, en una cultura dividida –ni chicana, ni mexicana- y que creció en una zona de Long Beach donde sin ser “chola” o “cholo” en el sentido estricto de lo que significa, era el estilo de vida reflejado en la manera de vestir, de hablar –muchas veces vulgar-, en los gustos por la música de banda, norteña y una generación que igual hablaba el inglés que el español.

Pedro Rivera Jr., su hermano, durante las entrevistas que ofreció el domingo a varios medios, explicaba que su hermana había sido una “verdadera luchadora”, porque su pelea inició desde que estaba en el vientre de su madre.

“Cuando mi mamá estaba embarazada de Jenni, intentó varias veces abortar porque en esos momentos en la casa había muchas necesidades, entonces desde ahí ella es una verdadera luchadora, siempre luchando para salir adelante”, comento Rivera Jr., quien es pastor de una iglesia cristiana.

La Diva de la Banda siempre estuvo envuelta en los escándalos, desde antes de ser famosa. Como muchas madres solteras, enfrentaba las situaciones familiares disfuncionales: la violación sexual de las hijas por el padre de estas; la traición por infidelidad del amor de su vida, con quien procreo dos hijos y quien termina preso acusado de tráfico de indocumentados y drogas, y que al tiempo muere en prisión.

Después de esos episodios, La Gran Señora se convirtió en un ícono de muchas mujeres que se identificaron con ella pero sintieron más esa identidad, cuando ella salía a dar la cara, hablando con honestidad. Defendiéndose o asumiendo errores.

Jenni era el prototipo de muchas madres solteras, engañadas por su hombre, maltratada, que tenían que salir a trabajar para mantener a sus hijos. Que no se avergonzaba de sus defectos físicos, que por el contrario lucia un cuerpo rechoncho enfundando en un vestido entallado o unos pantalones que le dejaban ver la celulitis. Hablaba sin tapujos. Con el “mija” o “mijo” rompía distanciamientos.

“Ella siempre demostró que cualquier tragedia se puede superar y transmitir algo positivo”, explica Pepe Garza, programador de la estación radial de la KBUA 105.5/KBUE 94.3 de FM, La Que Buena de Los Ángeles. “Su gran legado es que nunca ocultó quien era, siempre estuvo orgullosa de su origen… en la parte musical habrá otras que cantarán banda u otro género regional mexicano pero Jenni logró la aceptación plena de las mujeres”.

Sus conciertos, al menos en Los Ángeles, eran un reflejo de lo que representaba Jenni Rivera. Una gran mayoría de mujeres, que a la menor provocación, mostraban sus frustraciones, bebían hasta caer y vestían muy similar a la “diva”.

Sus mejores interpretaciones eran cuando cantaba los temas que ella misma escribía o las que de alguna manera desvelaban su manera de ser: Se las voy a dar otro, Madre soltera, Querida socia, Mis chuperamigos, Ovarios, Las malandrinas, por citar algunas.

La comunidad gay siempre estuvo presente entre sus fans porque los apoyaba y reconocía su lucha por la igualdad.

En un comunicado de la Alianza Gay y Lésbica Contra la Difamación (GLADD), destaca que Rivera “se unió al Día del Espíritu, fecha en que las personas de todas las comunidades se visten de morado para mostrar su apoyo a la comunidad LGBT”.

Su labor altruista, dicen sus allegados, era real. Jenni Rivera tenía esa parte humanitaria que no todo el tiempo dejaba ver.

En 2007 fundó Jenni Rivera Love Foundation en la que ayudaba a víctimas de abuso sexual, doméstico y personas con enfermedades, sobre todo menores de edad.

“Fue una personas muy humanitaria”, dijo Juan Carlos Hidalgo, vicepresidente de programación de Spanish Broadcasting System (SBS), “tuve una conversación con ella, hace un año, y uno de sus proyectos más ambiciosos era llegar a la televisión y tener un programa, donde pudiera transmitir su positividad a la vida y de alguna manera ayudar a la gente. Siempre repetía que tenía mucho que dar, siempre se preguntaba qué podía hacer”.

Jenni Rivera vivió siempre polémica y admirada. Se fue en medio de un proceso de divorcio con Esteban Loaiza, con quien tuvo una boda de ensueño y una vida feliz de pareja, hasta que descubrió —aunque nunca lo dijo clara y abiertamente— una supuesta relación de este con su hija mayor, “Chiquis” Rivera, con quien se dice, se reconcilió antes de viajar a México.

Quizá esa sea la razón por la cual Jenni Rivera en la última conferencia que ofreció en Monterrey Nuevo León, antes de abordar el avión, respondió a una pregunta de los reporteros que “soy tan feliz [sonríe], soy muy feliz, hay cosas fuertes que han pasado en mi vida pero no puedo apendejarme, no puedo enfocarme en lo negativo, yo tengo padres, tengo hijos, nietos y un público que me espera”.

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