Adam Lanza y el experimento perverso

Dos residentes de Newtown se abrazan tras la matanza ocurrida en una escuela de la zona. A la derecha un letrero que dice "Nuestros corazones están rotos".

Dos residentes de Newtown se abrazan tras la matanza ocurrida en una escuela de la zona. A la derecha un letrero que dice "Nuestros corazones están rotos". Crédito: ap

Una vez más enfrentamos la interrogativa: ¿Por qué permitir que tanta gente tenga acceso a tantas armas tan poderosas?

Faltan detalles, pero parece que el joven Adam Lanza usó rifles y pistolas que le pertenecían a su madre (su primera víctima) y que se guardaban en la casa que compartía Lanza con su mamá. Parece que su madre poseía los permisos necesarios para ser dueña de estas armas, algunas de grado militar.

Por lo tanto, prepárense para los argumentos de los que defienden el derecho de poseer armas. Oirán que la segunda enmienda de la Constitución protege tal derecho; que los dueños legales de armas casi nunca cometen crímenes con esas armas; y que no existe evidencia de que leyes más estrictas reducen el crimen violento.

Es cierto que la Constitución contiene esa protección (aunque usa frases vagas). Pero esta misma constitución en un tiempo protegía al derecho de poseer esclavos.

A los demás argumentos, hay que reconocer la verdad: los crímenes suelen ser cometidos por los que consiguieron las armas ilegalmente; no hay por qué esperar que leyes más apretadas reduciría la violencia.

Pero también hay que reconocer que hemos embarcado en un gran experimento social. En este país, millones tienen el permiso de ser dueños de armas, hay millones de armas en circulación, y nos preguntamos si estas condiciones contribuyen a la violencia de Adam Lanza y otros.

Es un experimento perverso. Si resulta que no hay una relación entre la ley y la violencia, entonces no hay porque restringir el acceso legal a las armas. ¿Pero si descubrimos que el acceso generoso hacia las armas sí contribuye a la violencia? Tendríamos que apretar las leyes cuando ya hay millones de dueños.

El experimento se debería construir al revés. Hay que limitar el acceso a las armas, y liberalizarlo solamente después de que estemos absolutamente seguros de que no causará más violencia. Pero esa reconstrucción del experimento requiere de liderazgo político.

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