Menor hispana se salva de masacre gracias a un resfriado

"El solo pensar que ella —la niña— pudo haber sido una de las víctimas, me llena de angustia", dijo un familiar de la menor

Uno de los diferentes altares en tributo a las víctimas de la escuela Sandy Hook, en Newtown, Connecticut.

Uno de los diferentes altares en tributo a las víctimas de la escuela Sandy Hook, en Newtown, Connecticut. Crédito: Cristina Loboguerrero / Enviada especial

NEWTOWN, CONNECTICUT — Virginia Rojas tiene una razón más para dar gracias a Dios: Que —el viernes pasado— la hija de su sobrina haya podido salvarse de las garras de la muerte.

Rojas, una de los casi 200 feligreses que concurrieron ayer al servicio dominical de la iglesia luterana Trinity en Newtown, Connecticut, indicó que fue a rezar por la pérdida de vida de los inocentes, pero también para agradecer porque la hija de su sobrina de siete años “se salvó milagrosamente” del hecho al no haber podido ir a la escuela por estar resfriada.

“El solo pensar que ella —la niña— pudo haber sido una de las víctimas, me llena de angustia”, aseveró. “Saber que por un resfriado ella se salvó de la muerte, me tranquiliza, pero igual siento mucho dolor por todos los nenes que perdieron la vida”, dijo con voz entrecortada.

La iglesia fue uno de los escenarios eclesiásticos que acogió a una parte de la feligresía de esta comunidad herida, que acudió para cobijarse en la fe y buscar respuestas al tiroteo que dejó como saldo 27 muertos, incluyendo al autor de la masacre, Adam Lanza, y a su madre, Nancy.

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“¿Por qué?, ¿por qué?”, fue la pregunta que al unísono se escuchaba en el recinto, en momentos en que la reverenda Kathleen Adams pidió minutos de silencio en memoria de las víctimas.

Lágrimas, gemidos y sollozos brotaron cuando Adams instó a los presentes para que rezaran por el descanso “de los ángeles que partieron al cielo”, al tiempo que recalcó unirse en oración para que “el Altísimo les dé el consuelo y alivio al dolor, de las familias que perdieron a sus seres queridos”.

“Esto lo pinté para mi amiga que se fue para siempre” dijo un niño en voz apenas audible mientras le mostraba –durante el servicio religioso— el dibujo de un ángel a otro compañerito de la escuela Sandy Hook, donde ocurrió la masacre del viernes pasado.

Byron Valle y Walter Mendizábal, dos jóvenes hijos de padres guatemaltecos y residentes en el estado de Rhode Island, llegaron a la iglesia con más de 2,500 peluches para repartirlos entre los niños de la comunidad.

Los niños necesitan –después de la tragedia- abrazar un peluche para sentirse seguros y poder canalizar sus miedos” dijo Mendizábal, aclarando que después de escuchar lo ocurrido tanto él como Valle, solo pensaron en cómo hacer para ayudar a todos los menores, a superar el haber sido testigos de una masacre semejante.

Entre las muestras en las que se puede palpar el duelo a lo largo y ancho de la pequeña comunidad de 28 mil habitantes, situada a aproximadamente 60 millas del noreste de la Ciudad de Nueva York, hay banderas a media asta, carteles que rezan frases tales como “Newtown está unida como familia”, pequeños altares improvisados con flores y ositos así como veladores y pequeños mensajes se podían ver en casi todas las fachadas de las viviendas y vidrieras de los comercios de la localidad.

“La Navidad nunca podrá volver a ser igual después de esta tragedia” indicó Rebecca Smith, residente de la zona desde hace 45 años.

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