Con el dedo en el gatillo

La balacera no los ha callado. Pensé, que una vez comenzaran a aparecer los pequeños ataúdes de las 20 criaturas detendrían sus disparateros argumentos. Es que para los que abogan por el derecho absoluto de adquirir armas no hay vida que valga más que el estar armados.

Mientras conocemos más de los angelitos que están siendo enterrados, los políticos vuleven a hablar de lo que esta vez se tiene que hacer para que otra masacre no vuelva a suceder jamás. Michael R. Bloomberg fue el primero en aprovecharse para poner en la palestra su campaña en contra de las armas ilegales.

Yo no podía dejar de pensar en la ráfaga de balas que fue el último sonido que escucharon los tiernos oídos de estos hijos de todos. Me he imaginado cada bala impactando, penentrando y destruyeron sus cuerpecitos. Mientras escribo, escucho cada bala y lloro como lo he hecho cada día desde hace cinco días.

El dolor colectivo se ha dejado sentir. Sin embargo, es la voz de los que prefieren estar armados hasta los dientes que nos interumpe la pena.

Asquerosamente, los que quieren resolver sus problemas a tiros, se apresuraban a comprar el rifle AR-15 semi automático que utilizó el asesino de 20 años pues especulaban que su venta sería prohibida.

El empeño de los que quiren seguir con el dedo en el gatillo les tiene sin cuidado el acto heroico de Victoria Soto, la maestra de primer grado quien le salvó la vida a por lo menos 16 de sus estudiantes. Arguyen los desquciados que lo que hay que hacer es permitir que se le enseñe a los educadores a disparar y armarlos con pistolas. ¡Imagínese a la heroica maestra en un embate con el demente gatillero y los estudiantes a quienes ella protegió en medio de la balacera!

Bajofuego@eldiariony.com

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