Demoledor el ataque a los seres más puros del planeta

A diario, nuestros niños sufren en carne propia tragedias que superan toda ficción. Ayúdanos a no tener que seguir publicando esos casos

Este altar recuerda las víctimas de la matanza en la Escuela Sandy Hook de Newtown, Connecticut.

Este altar recuerda las víctimas de la matanza en la Escuela Sandy Hook de Newtown, Connecticut. Crédito: AP

¿A quién le amarga un dulce? La lógica nos diría que a nadie, que no es posible. Sin embargo, algunos adultos hemos logrado trastornar a la razón al ejecutar amargos ataques contra los seres humanos más genuinos del planeta, nuestros niños.

A unos -como la personita de ocho semanas de gestación que habitaba el vientre de Ashley Mosser- no se les ha permitido siquiera llegar a soltar ese primer grito de vida en el hospital. Ese (a) bebé no pudo sobrevivir al estrés y el dolor tan inmenso que James Holmes le provocó a su madre, sobreviviente de la masacre ocurrida en el cine de Aurora, en Colorado, durante el estreno del filme de Batman “The Dark Knight Rises”.

El 20 de julio, Ashley Mosser no sólo resultó herida tratando de salvar sus dos vidas, sino que con horror descubrió que una de las balas disparadas por Holmes había matado a su otra hija, Veronica, de sólo seis años. Seis días más tarde, la persona no nacida se convirtió en la décimotercera fallecida en esa masacre.

Eso fue en Estados Unidos, pero el 2 de noviembre, Hendrik Cuacuas, de 10 años, disfrutaba junto a su padre y hermana del filme “Ralph El Demoledor” en una sala de Cinépolis, en Iztapalapa, México, cuando una bala dio en su cabeza matándolo en el acto.

Veronica y Hendrik… no tenían enemigos, en su ser no había maldad. ¿por qué habrían de temer a la muerte en el cine? ¿No se supone que los adultos los llevamos a sitios seguros?

Los llevamos a lugares tan confiables como la escuela, donde están supuestos a compartir con decenas de otros niños de su edad al mismo tiempo que desarrollan su intelecto. Pero este lugar luce cada vez más peligroso. Empeoró la situación la ola de denuncias de abusos sexuales contra los menores, siendo el más grotesco este año el reportado en la escuela elemental Miramonte, en Los Angeles. Cuando pensábamos que nada más oscuro podría registrarse, el 14 de diciembre fue herida de gravedad la confianza de padres, maestros y estudiantes con la masacre en la escuela elemental Sandy Hook, en Newtown, Connecticut. Allí 20 menores fueron asesinados de varios disparos cada uno por Adam Lanza.

El mismo día, en China, otros 22 niños resultaron heridos de arma blanca en una escuela en China. Semanas antes, víctimas de la guerra civil en Siria, 29 niños intentaban aprender de su profesor en la escuela de Bteiha para refugiados, cuando fueron atacados. Esos otros 30 ciudadanos del mundo fallecieron.

Estos son sólo unos ejemplos, porque situaciones similares se reportan a través del planeta cada vez con más frecuencia.

La muerte de cualquier inocente duele. Sin embargo, cuando quien le arrebata la vida a un menor es la persona que le engendró o que está encargada de cuidarle, resulta aún más inexplicable.

De todas partes del mundo llegan noticias sobre padres, madres tutores, abuelas (o), etc… que en un momento que alegan fue “de locura”, acaban de golpe y porrazo con ese angelito a quien tenían la oportunidad de “programar” de una forma digna.

Hay quienes los matan bajo un momento de desespero; como la guatemalteca Leydi Pérez, de 15 años, quien a principios de este año utilizó químicos agrícolas para acabar con su vida y la de su bebé de cuatro meses de nacida. Desesperado también se dijo el padre que degoyó a sus dos hijos y dos hijas en Nuakchot, Mauritania, porque no tenía dinero para cumplir con la tradición del fin del Ramadán, que dicta vestir a los niños con ropa nueva.

La misma excusa dio Leonardo Espinal para asfixiar a su hijo Stewart, de 5 años, y darle pizza envenenada a su hija Mia, de 7 años, en El Bronx. Mia logró sobrevivir al ataque, pero su hermanito no.

También hay quienes aprovechan la pureza de los espíritus de los menores para realizar ofrendas a sus dioses. Buscando protección, salud y dinero, la familia Meraz, en Sonora, México, sacrificó de muerte a dos niños de 10 años.

Otro de los tantos casos sin esclarecer es el que involucra a la niñera Yoselin Ortega, quien enfrenta cargos por haber asesinado a puñaladas a los hermanitos Krim, en Manhattan.

Lamentablemente, como los mencionados anteriormente son cientos -unos reportados otros no- alrededor del mundo.

En las distintas guerras, los más perjudicados siguen siendo los niños; a unos los matan y otros quedan mutilados físicamente y con un daño emocional inmedible.

Otros reaccionan frustrados porque aunque sus aspiraciones sean distintas, son reclutados a la fuerza para que combatan en diversas guerras como en Irak, Israel, Afganistán, Siria y en Colombia, por sólo mencionar algunos. Samir, un jovencito sirio, contó en una entrevista reciente que su sueño es jugar fútbol y llegar a ser con el astro argentino Leonel Messi. Sin embargo, ahora mismo su único juego es defender las creencias de su familia y sin haber cumplido 18 años en vez de un balón carga con un poderoso rifle AK-47.

Calcular la cantidad de menores que milita en estos ejércitos no es sencillo, porque ese registro, al igual que el de sus muertes y desapariciones, no se publica con el rigor necesario. Así las cosas, por ejemplo, en Colombia se estima que entre 11,000 y 14,000 niños y jóvenes pertenecen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) sin que hasta el momento dicho ejército rebelde lo confirme.

A diario, según cálculos de Unicef, aproximadamente 6,400 niños fallecen sólo de hambre; si se le suman otros males, como el HIV, cáncer, tuberculosis y cólera, llegan casi a 19,000. Diarios.

Aunque a nivel mundial se reportan progresos, en términos de acceso a medicamentos, vacunas y tratamientos, aún falta mucho por hacer.

Para todos, pidamos hoy el mejor regalo: Protección y que puedan disfrutar de lo que son: Niños.

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