Romerías para el Cristo Negro de Esquipulas en Brooklyn

Icono religioso de Guatemala centro de devoción para centroamericanos y mexicanos

Unas  guatemaltecas lucen sus atuendos tradicionales durante la celebración del Cristo Negro de Esquipulas en la parroquia St. Dominic en Bay Ridge, Brooklyn.

Unas guatemaltecas lucen sus atuendos tradicionales durante la celebración del Cristo Negro de Esquipulas en la parroquia St. Dominic en Bay Ridge, Brooklyn. Crédito: Fotos: Carmen Molina Tamacas

Nueva York — No le falta la veladora encendida, flores y un vaso con agua. En una esquina del pasillo de su hogar en Ocean Avenue de Brooklyn, Domitila Valenzuela demuestra que la devoción por el Cristo Negro de Esquipulas es parte fundamental de su vida.

Esta guatemalteca, originaria de Puerto Barrios, Izabal, fundó la primera hermandad del Cristo Negro de Esquipulas en Brooklyn en 1997. Recuerda que desde que se mudó a este país –hace casi 25 años- cada diciembre hacía un viaje para celebrar su cumpleaños y cumplir con la promesa de venerarle.

Deprimida porque en una oportunidad no pudo hacerlo, encontró apoyo en el sacerdote Alfred Guthrie, párroco de la Iglesia de los Santos Inocentes, para realizar una misa; ese fue el origen de una tradición que se mantiene hasta la fecha y que está conformada por una una docena de miembros, quienes dan fe de muchos milagros.

En la intimidad de sus hogares, los devotos del Cristo de Esquipulas mantienen pequeños altares, los más afortunados tienen réplicas, ya sea medianas o pequeñas, traídas de Guatemala, mientras otros se conforman con estampas o cuadros. Entre las intenciones más frecuentes está el agradecimiento porque ellos mismos, familiares y amigos lograron llegar a este país buscando un futuro mejor.

“(La devoción) es especial e inexplicable, se siente en lo más profundo del corazón”, afirma Valenzuela.

Santos Inocentes fue la primera parroquia en aceptar la custodia permanente de una imponente imagen (mide casi dos metros y pesa unas 100 libras), esculpida y traída desde Esquipulas en cumplimiento por un milagro concedido a la familia de Rigoberto Velásquez Pinto.

La parroquia de Saint Dominic en Bay Ridge cuenta con una escultura de tres pies de altura, donada por Valenzuela a la Sociedad Cristo de Esquipulas. Esta es presidida por Raymundo Gracía, originario de Cantel, Quezaltenango. Muchos de los devotos viven en Bensonhurst, sede de una creciente comunidad de “chapines” oriundos del altiplano.

No obstante, la primera hermandad del Cristo Negro fundada en Nueva York tiene su sede en la Iglesia de la Presentación de la Santísima Virgen María de Jamaica, Queens. La imagen preside la Misa Mayor que es realizada cada año en la Catedral de San Patricio.

Las romerías se realizarán los domingos 20 y 26 de enero en las parroquias de Saint Dominic y los Santos Inocentes, respectivamente.

El santuario de Esquipulas, ubicado 138 millas al sureste de la capital guatemalteca, recibe miles de devotos de Centroamérica y México.

La tradición que se originó durante la Colonización española (ver recuadro) ha llegado a Estados Unidos en la devoción de los inmigrantes, cuya fe implica también aferrarse a lo que dejaron atrás, al punto que en Los Ángeles, California, una imagen ya fue ungida como “Cristo de los mojados” en 2003.

En correspondencia con la celebración oficial -15 de enero de cada año- en Nueva York se realizan novenarios y misas seguidos de convivios. Las hermandades organizan bailes folclóricos, donde las mujeres y niñas lucen orgullosas sus atuendos típicos y los asistentes comparten comidas tradicionales como tamales, pepián (guiso a base de semilla de calabaza molida), adobado, paches (tamales de masa de arroz) y “caliente”, una bebida de piña.

“Nuestro objetivo es evangelizar, así conocen nuestra cultura y nuestra fe. Me sorprenden las maravillas que hace Dios”, expresa Raymundo García, al contar la serie de milagros curativos de los que dan fe los devotos.

En el caso de los inmigrantes de origen maya, la devoción es una forma de aferrarse de alguna manera a lo que dejaron atrás en su país, opina la antropóloga salvadoreña Marielba Herrera. “Es un arraigo no solo a la familia, sino a los ancestros, para ellos es fundamental su creencia y que el Cristo mismo les acompañe en el viaje o les acompañe en su nuevo lugar de residencia”, indicó.

Para otros, “hay que verlo como un icono de su tierra, como la Bandera y el Himno Nacional”, apuntó.

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