Un país de inmigrantes y de leyes

“Estados Unidos es un país de inmigrantes, pero también de leyes”. ¿Es esta la declaración de un republicano conservador? No. Esta observación la pronunció el presidente Barack Obama en varias ocasiones cuando habló sobre el polémico tema migratorio.

Y ahora que un grupo bipartito en el Senado ha presentado una esquema para impulsar una reforma migratoria, sería bueno tomar en cuenta las afirmaciones del Presidente para entender lo difícil que será llegar a un acuerdo que cuente con el apoyo de ambos partidos y sea aprobado por ambas cámaras.

La realidad es que nuestro sistema de inmigración no funciona correctamente y ambos partidos tienen que asumir las culpas por no haber hecho en décadas cambios sustantivos a su debido tiempo adaptándose a las necesidades de la nación.

Aunque es fácil pintar a los republicanos como los culpables por falta de reforma, el mismo Presidente formó parte de un grupo de senadores que votó a favor de una controversial enmienda, respaldada por los sindicatos y que frenó el avance del proyecto de ley migratorio en 2007.

Y a pesar de hacer varias promesas, el Presidente prefirió en su primer mandato impulsar una reforma del sistema de salud en vez de la reforma migratoria. Y por otro lado, los republicanos hicieron muy poco y no presentaron proyectos de ley para mejorar nuestro sistema migratorio.

Por eso es bueno ver que, después de seis larguísimos años, el tema migratorio parece importante nuevamente en el debate político y estamos empezando a ver cómo ambos partidos asumen su responsabilidad para tomar este tema con la seriedad que merece.

Para los conservadores, no bastará con simplemente criticar las propuestas del Presidente. Para conservadores como yo, será necesario presentar ideas concretas y específicas que mejoren el sistema de inmigración. Por ejemplo, empecemos reformando el sistema de visas para facilitar la inmigración legal.

Tenemos que crear un buen sistema para que sea más fácil solicitar un permiso de trabajo en un consulado en Santo Domingo, Tegucigalpa, o cualquier capital de Latinoamérica en lugar de empujar a la gente a cruzar la frontera ilegalmente. Como hispanos, deberíamos pedir más inmigración legal a este país para asegurar que menos de nuestros hermanos pierdan la vida en manos de mafias e inclemencias por tratar de alcanzar el Sueño Americano.

Es precisamente por eso que el Presidente debería valorar esta oportunidad y reconocer que la situación es demasiado frágil para poder incorporar cada deseo de la ultraizquierda. Entre ellos está poder patrocinar a la pareja de un indocumentado homosexual. Es un tema en el que Estados Unidos todavía no se ha definido claramente y no podemos esperar hasta que lo haga. El Presidente debería reconocer que eso no se verá apoyado ni por muchos republicanos, ni por demócratas conservadores que buscan ser reelegidos en estados que votaron por Mitt Romney en la última elección presidencial.

El Presidente tiene toda la razón cuando dice que somos un país de inmigrantes, pero también uno de leyes. Es posible ser las dos cosas. Ahora la pregunta es, ¿podrán el Congreso y el presidente convertir la retórica en algo concreto en beneficio de nuestro país de inmigrantes?

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