Una nueva generación de líderes ecuatorianos

Hijos de inmigrantes representan a su comunidad en importantes campos

Nueva York – Una generación de ecuatoriano-americanos está labrándose un futuro promisorio en Nueva York, inspirados en la experiencia que sus padres tuvieron cuando emigraron a este país.

En la Legislatura, la Alcaldía o la Educación, cuatro de estos líderes ecuas trabajan para impulsar prácticas y políticas que beneficien a familias de inmigrantes como las suyas, así como para hacer que el valor de estas minorías esté siempre en la memoria de quienes dirigen nuestra sociedad.

El día que Francisco Moya se convirtió el primer ecuatoriano-americano electo para un cargo público, su padre recibiría su diploma de magister en historia de arte. Sin embargo, él se lo pasó repartiendo volantes de la candidatura de su hijo a la Asamblea del estado de Nueva York.

Tres años después, cuando a través del sistema de televisión de la Legislatura no lo ve en las audiencias, el veterano de Vietnam aún lo llama para saber por qué no está en su puesto.

Para el político que no confiesa su edad, esas llamadas le recuerdan que él está cumpliendo el sueño de sus progenitores, pero también de millones de inmigrantes.

“Vinieron acá sin nada y crearon una familia y un futuro, siempre luchando para que tuviéramos la mejor educación”. Pero también se aseguraron que él y su hermano Edgar crecieran apreciando sus raíces ecuatorianas. “Cada verano en Ecuador nos sirvió para querer más lo que tenemos”.

Esa conexión fue clave para su futuro en la política, en la que se inició fundando una organización vecinal en Corona a las 15 años cuando su prima fue asaltada, prosiguió trabajando con los congresistas Nydia Velázquez y Brad Sherman, y lo llevó a representar a Queens en Albany.

El asambleísta podrá escribir otro capítulo de la historia de los inmigrantes en Nueva York, si se aprueba su proyecto de ley de ayuda financiera para estudiantes indocumentados Dream Act.

“Mi futuro político está abierto, pero sé que si uno hace un buen trabajo, siempre habrá quien te ayude a ascender”, expresa quien muere por el caldo de patas de su madre, especialmente en los días difíciles en Albany.

Fue hasta su ingreso en la universidad que la jefe de operaciones del Departamento de Educación (DOE) de la ciudad, Verónica Conforme, confirmó en carne propia las deficiencias del sistema educativo público en la ciudad de Nueva York, en el que se educó.

Para ese momento, esta descendiente de padres guayaquileños, que emigraron a mediados de los años 60, ya veía su futuro en las políticas sociales, un campo para el que su familia de inmigrantes, su escuela sobrepoblada y su barrio de El Bronx, azotado por la droga y la delincuencia, eran laboratorios vivos.

En Syracuse University se enfrentó con el hecho de que “ser americano tenía que ver con cosas en las que no tenía experiencia”, especialmente por su poca preparación académica. “El trecho que tuve que cubrir para equipararme con los demás fue inmenso”, argumenta.

En el DOE, una agencia a la que ingresó en 2003, Conforme ha sido responsable de las finanzas y la división de empoderamiento escolar, cargos en los que ayudó a reestructurar los 32 distritos educativos, así como corregir la mala gerencia de 332 escuelas. Ahora, bajo su mando está la operación diaria de 1,700 instituciones públicas.

“Si piensas que en 1991 la tasa de graduación era 50% y 12 años más tarde es 60%, es obvio que estamos en el camino correcto”, expresa. “Mi contribución ha sido definir qué debemos hacer para graduar más estudiantes y hacer que estén preparados para la universidad”.

Pero el trabajo nunca termina en un departamento criticado por sus políticas, admite la profesional de 40 años. “Mi mayor energía se va en saber si esas políticas funcionan”.

Pero también ella debe velar por entrenar a los docentes, porque los niños aprendan a pensar críticamente, por construir nuevas escuelas e invertir más dinero en la educación temprana.

Para quien cambió su fiesta de quince años por un viaje sola a las Galápagos, definir “cuál es el próximo paso” exige un esfuerzo doble, porque – obviamente – las convenciones no se ajustan a esa visión de la vida que sus padres le inculcaron.

Navegar entre dos mundos fue complicado para Neil Hernández, pero esa vivencia definió el futuro profesional del profesor de políticas y administración pública de Hostos Community College.

“La experiencia con mi familia despertó mi interés por trabajar en la burocracia”, admite quien ha hecho del sistema de inmigración estadounidense el objeto de estudio en su doctorado.

Para el educador, cuyos padres llegaron en la década de los 70, es fascinante cómo sus connacionales en Estados Unidos participan en la política de su país desde la distancia. “Los ecuatorianos no se sienten bien recibidos por el sistema de inmigración estadounidense”.

Y su opinión no es algo que la Presidencia ecuatoriana ignore, asegura. “Los ecuatorianos en el exilio tienen una fuerte voz, sobre todo económica porque las remesas son las segunda fuente de ingresos del país, después de la producción de combustible”.

Luego de trabajar como fiscal asistente del condado de Suffolk, Hernández fue comisionado del Departamento de Justicia Juvenil entre 2002 y 2010.

“Cómo opera la justicia juvenil es un indicador de cómo están funcionando otras agencias del gobierno y especialmente las políticas de la policía”, explica quien entiende que el futuro de la seguridad pública son los niños.

“Redujimos la población de menores detenidos y esa tendencia se mantiene hasta hoy”, dice de su mayor logro. “Pero aún la mayoría de jovenes detenidos son afroamericanos e hispanos y eso habla de que hay mucho trabajo por hacer”.

Hostos College, donde Hernández enseña, es el único programa bilingüe del sistema universitario de la ciudad. “Mi trabajo es influenciar la integración de inmigrantes al sistema educativo y motivarlos a dar servicio público”.

Para quien de niño acompañaba a su padre a sus clases en Queensborough College – otra universidad de la ciudad – no hay mejor lugar para estar que Hostos. “En mi casa la lección siempre fue que la educación es la llave del futuro”.

Shirley Limongi fue el ángel que salvó a su familia de la deportación. Cuando trabajaba en una fábrica de ropa, su padre indocumentado fue detenido, pero al ver a la madre embarazada los oficiales de inmigración lo liberaron, recuerda la vocera de prensa de la presidenta del Concejo Municipal, Christine Quinn.

“Ahora que pienso en lo difícil que fue para ellos venirse, adoptar una nueva cultura sin perder la suya entiendo más su sacrificio”, algo que antes no comprendía. “Recuerdo pidiéndole a mi madre que hiciera meatloaf y ella ni sabía que era”.

Pero, mientras sus hijos sembraban su futuro, los Limongi se aseguraron de que no perdieran sus raíces, hablando español en casa, en la cocina y en viajes anuales para que experimentaran la pobreza de la que escaparon sus padres.

Ese aprendizaje alimentó la sensibilidad social de Limongi, la cual canalizó en el mundo de las comunicaciones, primero en Fox 5 y Telemundo, y más tarde a cargo de las relaciones con medios hispanos y étnicos en el Concejo Municipal.

“He aprendido mucho sobre liderazgo y tenacidad al trabajar con Quinn, sobre todo porque ella representa de buena manera a las comunidades étnicas de Nueva York”.

En el Concejo, Limongi ha estado en el medio de causas en las que Quinn ha sido protagonista, como la ley de matrimonios del mismo sexo, el presupuesto para la educación temprana o las políticas de vivienda asequible.

“Este es un trabajo en el que no hay excusas. Todos los días ocurre algo nuevo y siempre son cosas que impactan la vida de los neoyorquinos”.

Gracias a su esfuerzo, la voz de Quinn siempre se escucha con fuerza.

Más información en página 12

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