Todo lo gana Ben Affleck con “Argo”, menos el Oscar

El actor y director triunfa con “Argo”, la Academia lo ignora

Ben Affleck a su llegada el 4 de febrero de 2013, al tradicional almuerzo previo a la ceremonia de la 85 edición de los Premios Oscar, en Los Ángeles.

Ben Affleck a su llegada el 4 de febrero de 2013, al tradicional almuerzo previo a la ceremonia de la 85 edición de los Premios Oscar, en Los Ángeles. Crédito: Archivo/AP / Invision

CIUDAD DE MÉXICO.- Es cierto que ya tiene un Oscar. De hecho, tiene un Oscar y un récord: ser el guionista más joven en recibir la ansiada estatuilla dorada junto a su amigo Matt Damon, cuando ambos eran unos perfectos desconocidos en la industria de Hollywood.

Fue en 1997, por Good Will Hunting, esa historia de matemáticas y un profesor entusiasta encarnado por Robin Williams, una parábola sobre el triunfo y el fracaso, el empeño y la desidia, que quedó grabada en la memoria colectiva de los cinéfilos.

Nacido en California pero criado en Massachusets, Ben Affleck tenía por entonces 25 añitos y mucha ambición.

Había trabajado desde pequeño en publicidad y en series televisivas, encarnando en varias ocasiones roles minúsculos, pero que cimentaban su sitio en una industria que con esa pinta de chico confiable de la vuelta de casa y romances de alto perfil con estrellas como Gwyneth Paltrow y Jennifer Lopez, más tarde sabría cómo tener a sus pies.

Nadie niega ahora el talento de Affleck para las películas, pero nadie tampoco podría esconder el hecho que gran parte de su inserción en el gusto popular se debió principalmente a sus amores con famosas y a los detalles alrededor de sus relaciones que la prensa publicaba para delirio de los consumidores de la prensa rosa.

Como cuando le regaló un anillo de compromiso a López, valuado en 1,2 millones de dólares y entregado en una noche de pétalos de rosa, champán y la sorpresa de “la chica que no sabía nada”.

Rompieron en 2004, en medio del fracaso de la pésima película Gigli, que ambos produjeron y protagonizaron. Hoy, muchos creen que estaban juntos por la fama que se proporcionaban mutuamente: él llegaba al gran público del brazo de la mega-estrella neoyorquina y ella se hacía un lugar en Hollywood, ligada a una de las esperanzas de la llamada “Meca del cine”.

Como sea, las aguas tormentosas se calmaron cuando en 2005 Ben Affleck se casó con la actriz Jennifer Garner, con la que tiene tres hijos y con la que parece haber ganado seguridad en sí mismo y un saber estar que le otorga prestancia y solidez a su otrora estampa de botarate medio guapo, medio buen actor, medio interesante.

Dejaba atrás también los roles secundarios en películas como Dazed and Confused (1993) —con Milla Jovovich y Mathew McConaughey—, Días de gloria (1995) y Chasing Amy (1997), entre otras.

Su carrera de actor de moda en filmes post Oscar como Armageddon, junto a Bruce Willis y Liv Tyler, Pearl Harbor y State of Play (2009) junto a Russell Crowe, estaba lista para dar un salto inesperado.

Si Ben Affleck no mostraba sus cualidades para dirigir, producir y protagonizar películas interesantes, nadie le hubiera quitado de todos modos su gran lugar en la pantalla grande contemporánea.

Con 40 años recién cumplidos y un aspecto físico intacto, portador de esa imagen saludable que tanto gusta ver a sus compatriotas en el cine, tenía por delante muchos años de galán y de actor blanco que siempre iba a estar el lado de los buenos.

A lo sumo, iba a tener que soportar que lo compararan con su hermano Casey, el gran actor de La muerte de Jesse James por el cobarde Robert Ford y que es sin duda uno de los grandes intérpretes de la nueva generación.

Pero detrás de ese joven alocado y actor de medianas capacidades, también había una mente inquieta y luminosa, como lo demostró en 2007 con Gone Baby Gone, el filme que adaptó y dirigió, protagonizado por su hermano Casey, en una ópera prima que fue aclamada por crítica y público.

En 2010 dirigió y actuó The town, un thriller que transcurre en Boston, junto a Jeremy Renner y John Hamm. El filme pasó la prueba y lo trajo hasta aquí.

Con su tercer largometraje, Argo, Affleck demuestra que no le queda grande el saco que Hollywood dedica sólo a los grandes y aunque todavía es muy pronto para compararlo con poderosos productores, actores y directores que lo preceden en la industria (Tom Hanks, por ejemplo), su voz ha comenzado a oírse con atención prístina.

Ben, conocido en los sets por sus dotes para la imitación (emula a la perfección a Morgan Freeman y al presentador Keith Olbermann, entre otros) llegó a la cima con esta historia de la Guerra Fría moderna (Estados Unidos v.Irán) que lo muestra con un aspecto singular: gafas enormes, pelo vaporoso, pantalones acampanados…

Ganó el Globo de Oro como director por Argo. Ganó el Bafta como director por Argo. No está postulado al Oscar por Argo, a pesar de que su filme aspira a varias estatuillas doradas, entre ellas la de mejor película.

Al muchacho le duele, cómo no, la omisión. Cuando subió a recibir el Globo de Oro que otorga la prensa extranjera al mejor director del año, dijo irónicamente: – Gracias a la Academia.

Pero no hay que rasgarse las vestiduras. Ni Alfred Hitchcok recibió los Oscar que merecía (sólo un honorífico de consuelo tardío, poco antes de que muriera) y es considerado uno de los mejores directores de todos los tiempos.

Él ha ido poniendo paños fríos, diciendo cosas como “para mí es un honor increíble estar postulado como productor”, una responsabilidad que comparte, como se sabe, con su amigo y colega George Clooney.

También comparte primera fila con pesos pesados como Steven Spielberg y Quentin Tarantino, dejando atrás sus pesadillas con el alcohol y oteando el horizonte promisorio que se extiende a sus pies, para regocijo de quienes vieron siempre en él algo más que el guapo de sonrisa reticente y ojos pícaros, adorado por las niñas de secundaria.

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