Cuba trata de educar a los peatones

Un hombre en silla de ruedas trata de cruzar una peligrosa calle en La Habana.

Un hombre en silla de ruedas trata de cruzar una peligrosa calle en La Habana. Crédito: ap

LA HABANA/AP — Un grupo de adolescentes atraviesa corriendo un bulevar de seis canales hasta zambullirse en el mar.

Entretanto, una pareja ignora la acera y camina en medio de la calle, mientras a su alrededor ruedan antiguos automóviles de neumáticos lisos y frenos desgastados.

“Aquí no hay costumbre de ir al pase peatonal para cruzar. Sencillamente cruzamos donde estamos”, comenta María Rubio, una habitante de La Habana, de 55 años, que recién había atravesado la carretera de seis canales a la altura de la Calle 23, a pocos metros de un cruce peatonal.

En Cuba, cunde una epidemia de cruzar las calles por donde no se debe, una costumbre que los cubanos llaman “toreando autos” y que las autoridades culpan por cientos de atropellamientos cada año. Ahora, están advirtiendo a la población para que cambie su forma de actuar.

Un reciente titular a página entera del diario Juventud Rebelde decía “Imprudencia letal” y mostraba fotos de cubanos corriendo peligrosamente frente a los bólidos. Además, ofrecía datos sobre accidentes viales, afirmando que más de 1,300 peatones son atropellados cada año en esta nación de 11 millones de habitantes. Aproximadamente uno de cada siete de esos accidentes son fatales.

“Un catálogo del dolor que podría ser suprimido sólo con amor a la vida y suficiente prudencia”, decía el artículo de Juventud Rebelde.

La prensa oficial en Cuba suele ser utilizada para lanzar campañas contra lo que se considere “indisciplina social”, como el uso excesivo del aire acondicionado o la impuntualidad en el trabajo.

Ahora se pueden ver automóviles modernos importados de Asia y Europa, aun cuando los vetustos modelos que datan de los años 50 siguen circulando. No hay cifras, pero no cabe duda que hay más tráfico en las calles.

Y nadie impedía que los adolescentes corrieran por el bulevar del Malecón para zambullirse en el mar.

“La policía no nos dice nada. Sólo nos dicen que si hay extranjeros tengamos cuidado de no mojarlos y de no pedirles dinero. Pero no nos dicen nada cuando corremos”, dijo Maikel Rojo, de 14 años.

El problema queda empeorado por la deficiente infraestructura de la ciudad.

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