Indocumentados son timados por compatriotas

Los 'sin papeles' están a la merced de delincuentes que se aprovechan de su situación

En la foto  aparece Adriana Ferreira contando el dinero recibido de una presunta víctima, que cooperó con la  fiscalía del condado  Suffolk para filmar a la mujer.

En la foto aparece Adriana Ferreira contando el dinero recibido de una presunta víctima, que cooperó con la fiscalía del condado Suffolk para filmar a la mujer. Crédito: AP

BOSTON — Una mañana de noviembre de 2011, un hombre brasileño se dirigió al registro de licencias de manejo localizado en Watertown, una ciudad de 30,000 habitantes al noroeste de Boston.

Allí lo abordó Adriana Ferreira, una empleada de 48 años nacionalizada, de origen brasileño.

“¿Eres brasileño?”, le preguntó en portugués.

Él le explicó que estaba en el país ilegalmente y que no podía obtener una licencia, y ella prometió ayudarlo.

En el estacionamiento de un restaurante brasileño, donde lo citó días más tarde, Ferreira le dijo que le conseguiría una licencia por $2,000. El hombre pagó, pero Ferreira nunca le dio la licencia. Cuando fue a su oficina a reclamar, la mujer reaccionó con furia. Cerrando su ventanilla, le increpó:

“No estoy aquí para servirte a ti sino para servir al gobierno norteamericano”.

Hace tres meses, agentes del gobierno norteamericano arrestaron a Ferreira y la acusaron de timar a personas a las que les cobraba para resolverles problemas migratorios.

La detención refleja que los propios connacionales son a veces los peores enemigos de los inmigrantes que están en el país sin autorización legal y confían en coterráneos para resolver algunos de sus problemas.

La policía estatal había estado investigando a Ferreira desde 2009, cuando una mujer la denunció por haberse quedado con más de $2,000 que le pagó para que su esposo no fuera deportado a Brasil. En 2011, las autoridades migratorias investigaron otras denuncias contra Ferreira.

Ambas investigaciones, que incluían cinco víctimas, fueron la base del proceso iniciado en noviembre del 2012 en su contra en una corte de Boston donde fue acusada de solicitar y aceptar sobornos, asociación para delinquir, robo e intento de cometer un crimen. Ferreira se declaró inocente. Su juicio es en agosto próximo. Mientras tanto, la mujer está presa.

El caso de Ferreira expone las dificultades que enfrentan en su vida cotidiana los 11 millones de inmigrantes sin papeles que se estima hay en el país. Para obtener una licencia de manejo, hay que probar la residencia legal. Sólo en los estados de Washington, Nuevo México, Utah e Illinois se pueden obtener permisos para conducir sin estar en el país legalmente. En el resto del país, millones de inmigrantes que ingresaron al país sin papeles manejan sin licencia.

Y al hacerlo se arriesgan a que un encuentro con la policía pueda terminar en la temida deportación. Manejar sin licencia es un delito por el que se puede ser arrestado y enviado a la corte. Por ello, algunos ceden a la tentación de conseguir una licencia aunque sea por medios fraudulentos.

“Necesitan manejar para ir al trabajo, llevar a sus hijos a la escuela o al médico”, dijo Natalicia Tracy, directora del Centro del Inmigrante Brasileño en Allston, ciudad con una gran colonia brasileña. “Nosotros les aconsejamos que eviten manejar y que no hagan nada ilegal porque podría empeorar su situación”.

Las cinco víctimas estafadas por Ferreira, que figuran en los documentos judiciales, no serán procesadas porque colaboraron con la justicia, dijo Ross Feinstein, vocero del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE).

“Nuestra prioridad no son las víctimas, sino las organizaciones delictivas y quienes cometen delitos”, dijo Feinstein.

La fiscalía sostiene que los estafados por Ferreira pueden ser unos 30. Ferreira, quien antes trabajó en la corte municipal de Boston, era conocida como “notaria”, alguien que resolvía problemas legales sobre todo relacionados con temas inmigratorios.

A pedido de las autoridades, dos víctimas llevaron equipos especiales de audio y video y grabaron sus encuentros con Ferreira como parte de las investigaciones. Una fotografía muestra a Ferreira contando billetes.

A la mujer a quien prometió ayudar a posponer la deportación de su esposo, Ferreira le dijo que parte del dinero era para pagar a un agente de ICE. Agentes de ICE vigilaron a Ferreira para comprobar si tenía contactos en la agencia, pero esos contactos nunca ocurrieron. Las promesas de Ferreira no se cumplieron y el esposo aceptó regresar a Brasil voluntariamente como alternativa a la deportación.

La segunda víctima de Ferreira fue otra mujer a quien prometió detener su deportación. Ferreira tampoco cumplió y cuando la mujer le pidió que le devuelva los mil dólares pagados, Ferreira la denunció a las autoridades migratorias.

A su tercera víctima le prometió una licencia de conducir por $2,000. Cuando el sujeto se quejó, Ferreira le mandó un mensaje de texto que decía, “Hice un reporte a la policía y te harán una visita. La próxima será el ICE, ICE baby”.

En el apartamento donde vivía Ferreira, en un edificio modesto en el centro de Brighton, nadie respondió cuando un visitante tocó la puerta.

Según la ley, Ferreira es inocente hasta que se pruebe lo contrario.

Su arresto causó conmoción en la comunidad brasileña en Massachusetts, donde viven cerca de 200,00 inmigrantes de Brasil. La noticia fue primera plana en los diarios en portugués que se distribuyen gratuitamente en los comercios brasileños de Boston.

Beto Moraes, un periodista brasileño contó en su columna que otra mujer brasileña con el nombre de “Bruna” hacía lo mismo que Ferreira. Bruna, que se presentaba como la empleada doméstica del director de un registro de licencias, decía que así podía conseguir los preciados documentos. Igual que Ferreira, cobraba $2,000, pero nunca entregaba las licencias, y si alguien se quejaba, amenazaba con denunciarlo.

Vivir al margen de la ley coloca a los inmigrantes sin papeles entre la espada y la pared: Por un lado, a merced de delincuentes que se aprovechan del temor de que una denuncia ante la policía los ponga en manos de las autoridades federales. Y por el otro, a la tentación de participar en actos ilegales con la ilusión de hacer su vida más fácil.

Uno de los más comunes es pagar a alguien para conseguir licencias válidas en otros estados con documentos falsificados. En septiembre del 2010, la policía arrestó en Alburqueque al brasileño Christian Sobral por intentar obtener licencias para dos connacionales con documentos falsos. Los hombres habían pagado $3.000 a Sobral.

La mayoría se arriesga a manejar sin licencia. Hace pocas semanas, la policía arrestó a Fernando Fagner-Costa, un brasileño de 24 años que había sido detenido seis veces en cinco años por conducir sin permiso. Fagner-Costa fue detenido cuando intentaba pagar una multa en la corte con dinero falso.

En la corte de Framingham, un suburbio donde uno de cada cinco habitantes es brasileño, los casos de arrestos por manejar sin licencia son numerosos.

“No pasa un día sin que veamos por lo menos un par de casos”, dijo el juez Robert Greco.

Pero no son sólo brasileños los que manejan sin licencia. Una mañana reciente, Mártir Valenzuela, un salvadoreño de 35 años que trabaja como albañil y lavaplatos, se presentó en la corte de Framingham. Era la cuarta vez que Valenzuela, que vive desde hace cuatro años en Estados Unidos, era citado a la corte por manejar sin licencia. La multa que se impone es de $300 y el infractor no debe manejar, pero nadie cumple con esa ley.

“Pago la multa y me voy manejando”, dijo Valenzuela. “¿Qué puedo hacer?”

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