Francisco, el político

América Latina tiene a su primer pontífice, el primero también que no es europeo. ¿Qué puede cambiar en la región con el argentino Francisco? Lo más importante para este análisis es que tendrá una fuerte influencia política.

Antiguo jesuita, miembro de una orden religiosa que ha intervenido en política desde su fundación en el siglo XVI cuando se produjo la reforma protestante, Bergoglio siempre ha considerado a la política como parte importante de su sacerdocio.

Bergoglio es decididamente conservador. Rechazó la legislación que equiparó en parte la “unión civil” entre personas del mismo sexo con el matrimonio heterosexual. Se opuso al aborto. Ni hablar del sacerdocio femenino. Se lo considera misógino: sus ideas sobre la mujer en la sociedad son hasta hoy las de los sectores más atrasados de la iglesia.

En otras cuestiones se muestra sensible y accesible, identificado con los pobres. Tuvo muy buenas relaciones con los sindicatos. Ha sido peronista en su juventud. Le gusta el fútbol. Estas son algunas condiciones para llegar a la gente, si bien no ha sido hasta ahora una persona con carisma.

¿Qué puede hacer entonces el nuevo papa en la política latinoamericana? No hay que esperar procesos rápidos y estridentes. El Vaticano es más conservador que Bergoglio. Pero el solo hecho de que él es latinoamericano no es auspicioso para los gobiernos populistas —de Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua y Ecuador— y para Cuba más aún. Fidel Castro era el mentor de Chávez y Cuba recibía de él todo el petróleo que necesitaba y más.

Juan Pablo II, otro papa muy político, fue decisivo en la creación de condiciones que favorecieron la caída de la Unión Soviética. ¿Querrá la iglesia de Francisco ser un peso contra el populismo latinoamericano? Es posible. ¿Podrá? Para eso es necesario que el papa y Obama lleguen a entenderse como Juan Pablo y Reagan.

Los gobiernos populistas ven a la iglesia católica como el factor de poder que siempre ha sido pero también como un competidor ideológico. Y a Washington no le gusta la entrada de poderes extra regionales en América Latina, sobre todo Irán, amigo de Venezuela y de los amigos de Venezuela. Posiblemente sospeche, igual que la oposición y la comunidad judía argentinas que un acuerdo que Irán firmó con Cristina Kirchner este año sirva para exonerar a ese país de toda responsabilidad por la muerte en 1994 de 85 personas en una institución judía en Buenos Aires. Esa responsabilidad aún está en duda y hay quienes culpan a Siria por el atentado.

La llegada de un papa latinoamericano encuentra a los gobiernos populistas en un mal momento, disminuidos por la muerte de Chávez. Si bien cada uno tiene rasgos propios y distintos grados de fortaleza, extrañarán la gravitación global del venezolano —que les daba relieve— y posiblemente la riqueza inmensa de Venezuela. Además, en sus países los católicos son abrumadora mayoría.

América Latina ocupará un lugar muy importante en los objetivos de Francisco. Pero el principal será sanear a la iglesia, hoy golpeada por los casos de pedofilia y otras cuestiones oscuras del Vaticano, como las finanzas. Sólo si tiene éxito tendrá fuerza.

Si no lo tiene, las enormes expectativas que el papa despierta después de los reinados de Juan Pablo —que archivaba las denuncias— y de Benedicto —que no tenía fuerzas para actuar— serán un lastre para él y las jerarquías católicas.

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