Preocupados con la frontera
¿Qué diablos tiene que ver el camino a la ciudadanía con la seguridad fronteriza?
Inmigración
El Grupo de los Ocho, formado por miembros del Senado de ambos partidos, ha titulado su tan esperada propuesta de ley para la reforma migratoria Ley de 2013 para la Seguridad Fronteriza, las Oportunidades Económicas y la Modernización de la Inmigración.
Pero la verdad es que, la mayor parte de la legislación —que parece totalmente razonable y podría, en realidad, tener la posibilidad de ser aprobada en el Congreso, porque cada bando obtiene un poco de lo que quiere y ninguno obtiene todo— no es moderna en absoluto. La propuesta está llena de buenas ideas, pero no hay muchas que sean nuevas.
Hay un plan para traer trabajadores extranjeros temporales. Y un camino condicional a la ciudadanía para los inmigrantes ilegales. Y restricciones sobre quién puede ser contratado por un empleador estadounidense.
Hemos recorrido este camino anteriormente. Muchas de estas estipulaciones figuraban ya en la propuesta de ley de título similar: la Ley de 2007 para Fronteras Seguras, Oportunidades Económicas y Reforma Migratoria. Esa propuesta de ley fue derrocada por un inusitado equipo de republicanos conservadores, que hicieron demagogia con los nativistas, y de demócratas liberales, que salieron a proteger a los sindicatos —ambos sectores están aterrados de los inmigrantes por distintos motivos.
Pero la recurrencia más preocupante en la nueva legislación es algo que encontramos como punto principal en toda propuesta de reforma migratoria —esa obsesión absurda sobre la necesidad de mayor seguridad a lo largo de la frontera EE.UU—México, ya sea que la necesitemos o no, o que funcione o no.
Y hablando de absurdo, el senador Jeff Sessions, de Alabama, ya ha declarado que las estipulaciones sobre la seguridad fronteriza en el acuerdo logrado por lel Grupo de los Ocho son insuficientes. Es curioso que nunca oigamos a Sessions atacar el problema de raíz y perseguir a los empleadores, que generalmente emergen de estas discusiones incólumes.
La nueva propuesta migratoria gastaría 4,500 millones de dólares en aumentar la seguridad —además de los miles de millones que ya gastamos todos los años, supuestamente para hacer exactamente lo mismo.
Por supuesto, hay cantidad de dinero para más cercas. A los estadounidenses les encantan las cercas, a pesar del hecho de que esta táctica haya demostrado ser contraproducente. Las barreras físicas no impiden el ingreso de individuos. Además, los mantienen dentro. Los inmigrantes no pueden ir a casa durante los meses en que no hay trabajo, ni visitar a su madre el Día de la Madre, porque temen no poder volver. Si construimos más cercas, terminaremos con más inmigrantes atascados de este lado de la frontera. Buen plan.
También hay fondos para más agentes de aduanas y de la Patrulla Fronteriza, a pesar del hecho de que ya tenemos más de 20,000 de ellos —el doble de los que teníamos hace una década— y a pesar del hecho de que los funcionarios de la Patrulla Fronteriza se han quejado de que no pueden entrenar y supervisar a todos los agentes con que cuentan en la actualidad, para no hablar de acomodar a los nuevos.
Todo esto ha tenido la intención de aprehender al 90% de los que cruzan la frontera ilegalmente. A menos que se cumpliera ese objetivo, no habría un camino a la ciudadanía para los 11 millones de inmigrantes ilegales que se estima que viven en Estados Unidos.
Eso ya no suena muy bien. ¿Qué diablos tiene que ver uno de esos aspectos con el otro? ¿El caballo ya se ha ido del establo entonces cerremos la puerta con llave? ¿Podría ser que a todos nos ha convencido este argumento falso de que si les damos a todos los que están aquí una oportunidad de tener una vida mejor eso alentará a otros a venir? Nunca ha habido pruebas de que la cuestión funcione de esa manera. Lo único que sabemos con certeza es que los inmigrantes vienen cuando hay puestos de trabajo disponibles, y que no vienen si no los hay.
Además, ¿cómo sabría exactamente la Patrulla Fronteriza cuántos han pasado la frontera para llegar a la mágica cifra del “90 por ciento”? Todo el objetivo de cruzar la frontera ilegalmente es no ser detectado por los funcionarios de inmigración.
Y ¿qué si, por arte de magia burocrática, las 2,000 millas de la frontera con México nunca se declaran “seguras” —algo que los que vivimos cerca de la frontera podemos decirles que es casi una certeza? ¿Qué sucede con los millones de indocumentados que ya están en Estados Unidos? ¿Deben permanecer en las sombras, explotados por todos, desde los empleadores hasta los abogados de inmigración y los proveedores de hipotecas?
Que quede claro. No hay nado malo con asegurar las fronteras de la nación, y no sólo entre Estados Unidos y México, sino también entre Estados Unidos y Canadá. Pero es mucho más fácil decirlo que hacerlo, y no es la panacea para todos nuestros problemas. La historia reciente nos enseña una cuantas cosas, si deseamos prestar atención.
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