De vuelta a la frontera

La semana pasada, escribí que iba a llevar mi hijo Saulito a la frontera, cargando cartas escritas por niños que viven en México pero son ciudadanos estadounidenses. ¡Y lo logré! Nos encontramos con Emma Lozano en el puente de Laredo; ella vino acompañada por otros chicos y “soñadores” de todos los Estados Unidos.

El alcalde de Laredo se unió con ellos para participar en una conferencia de prensa en el lado norteamericano antes de que Saulito cruzara. Nosotros al lado mexicano pudimos oírlos en el lado norteamericano, como si hubiesen estado en una casa vecina.

Conmigo vino una mujer que fue deportada hace unos meses. Trabaja todos los días por una miseria nomas para pagar la cuota de su teléfono celular, para poder hablar con su marido y sus hijos todas las tardes desde el otro lado.

Desde el otro lado, uno de los “soñadores” de Laredo me contó su historia. Había solicitado el aplazamiento ofrecido por el programa DACA, de modo cuando la inmigración (ICE) le vino a arrestar en su casa, estaba ya seguro. Los agentes de la migra, muy enojados, irrumpieron en su casa y al fin y al cabo, detuvieron a su padre.

En el lado norteamericano también estaban niños y soñadores provenientes de Chicago, cuyos padres pueden ser deportados en las semanas próximas. Del lado mexicano pudimos oír a la chica Britzi Lino llorando al micrófono, implorando que siempre no se deporte su madre Francisca la semana que entra.

En el lado mexicano yo estaba parada con más de 50 niños ciudadanos estadounidenses que actualmente viven en México por la razón de que sus madres o padres han sido deportados y se encuentran separados de sus amigos y de otros familiares que permanecieron en los EE.UU.

Parados ahí con la corriente rápida del Río Bravo entre nosotros, pensé que es una cosa sumamente ignorante y cruel que un río no muy grande pueda dividir el amor entre padres e hijos.

Saulito llevó las cartas al otro lado y fueron presentadas al Congresista Gutiérrez y otros congresistas más en San Antonio. Luego Saulito viajó a Chicago donde tomó la palabra delante de miles de personas que participaron en la celebración del 1 de Mayo.

Cuando mi hijo Saulito regresó, le pregunté sobre su viaje. “Estuvo bien” me dijo. “Pienso que pudimos transmitir nuestro mensaje”. “¿Y qué piensas de Chicago?”. Saulito pausó, pero yo sabía que iba a decir.

“Quiero regresar a Chicago. Quiero asistir a la escuela secundaria (preparatoria) allá”. Supe que iba a ser difícil que él se separe de mí. Yo sé que para él es difícil expresar que desea ir. Pero sé también que extraña a sus amigos, sus oportunidades y su vida ahí.

Saúl y sus amigos en ambos lados de la frontera siguen llevando a cabo su campaña mientras que los políticos en el Congreso debaten la reforma migratoria. Han crecido con la experiencia de escuchar promesas que luego se incumplen. Quieren que les escuchen. Quieren que el problema se resuelva. Y todos los días son deportadas 1,400 personas dejando sus hijos abandonados o separados de sus vidas.

Ya llegó el momento de arreglar estas leyes rotas. Y hace tiempo que pasó el momento en que el Presidente Obama debe haber suspendido las deportaciones hasta arreglarse la situación legal.

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