La libertad de prensa

Proteger la confidencialidad de una fuente da beneficios a la sociedad

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Las malas noticias en torno a la profesión periodística parecen no tener fin.

Una encuesta del sitio CareerCast.com señaló recientemente que en Estados Unidos el trabajo de reportero fue considerado este año como el peor dentro de una lista de 200 empleos. Las razones no son ningún secreto: las perspectivas laborales son cada vez más inciertas, los salarios continúan a la baja al tiempo que se exigen cada vez más horas de trabajo, más destrezas y mayor rapidez, lo que aumenta los riesgos asociados al desempeño de esta tarea.

Pese a todos estos inconvenientes, a quienes nos dedicamos al periodismo en este país nos quedaba el consuelo de que, en comparación con numerosos países del mundo, al menos aquí disfrutamos de una mayor protección y libertad para llevar a cabo nuestra labor. Y pienso, en primer lugar, en México, donde el periodismo se ha convertido en una de las profesiones más peligrosas debido a la amenaza constante del crimen organizado y a la falta de garantías del gobierno para proteger la integridad física de los comunicadores. Tan sólo durante el sexenio del ex presidente Felipe Calderón se estima que 70 periodistas perdieron la vida.

Hace unos días, sin embargo, salió a relucir que en Estados Unidos el gobierno también comete serias violaciones a la libertad de expresión, como lo confesaron voceros del Departamento de Justicia. Éstos revelaron que, a principios de 2012, durante más de dos meses intervinieron las líneas telefónicas de los editores y reporteros de las oficinas de la agencia AP en Nueva York, Washington y Connecticut.

Los portavoces no dieron a conocer las razones por las que llevaron a cabo esa actividad de espionaje, pero la directora ejecutiva de la Prensa Asociada, Kathleen Carroll, cree el caso podría estar relacionado con una investigación criminal del Departamento de Justicia para saber quién había ofrecido información para un artículo que publicó la AP sobre una operación de la CIA en Yemen.

Más allá de las motivaciones del Departamento de Justicia para espiar a la AP, lo que realmente causa una inmensa preocupación es el flagrante ataque a la libertad de prensa cometido impunemente por los funcionarios de esa institución.

Motivado posiblemente por la necesidad de remediar el daño, el presidente Obama ha propuesto al Congreso revivir la ley para proteger la confidencialidad de las fuentes periodísticas. Cabe destacar que esta legislación no sólo es un privilegio para los periodistas. Se trata de un beneficio para toda la sociedad, puesto que esa ley le permitirá tener mayor acceso a información de cualquier ilícito que investiguen los periodistas, ya sea dentro del gobierno o del sector privado.

Aunque algunos republicanos han acusado a Obama de impulsar esta ley sólo para calmar las críticas por las ocasiones en que su administración ha perseguido a la prensa, deberían respaldar este esfuerzo sin reservas. La libertad de prensa no debe ser motivo de luchas partidistas ni ponerse en juego bajo ninguna circunstancia, puesto que es una característica esencial de las sociedades democráticas.

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