El largo camino del campesino

Los angeles — El camino de Odilia Chávez comenzó hace 14 años en su pueblo de Oaxaca, cuando con dos mudas de ropa y unos totopos que le hizo su mamá salió rumbo al Norte. Allá dejó a su hijo de cuatro años, engañado pensando que mamá había salido a buscar unos refrescos.

Desde entonces hasta hoy, la ruta de Odilia ha estado llena de baches y, también, de algunos logros importantes. Indocumentada desde siempre, trabajando en el campo durante todo este tiempo en la zona de Madera, California, la mujer que hoy tiene 40 años piensa por primera vez que este año sí, quizá, sería posible legalizar su situación.

“Tengo mucha esperanza que pase esta ley para que entre esos millones de indocumentados califique yo, porque creo que sí reúno los requisitos”, comenta Odilia por teléfono desde el Valle Central. “Híjole lo primero que haría sería ir al DMV (Departamento de Vehículos Motorizados) y sacar mi licencia. De ahí viajaba a México a ver a mi madre en Oaxaca, estar unas semanas con ella y después regresar para acá y seguir trabajando en el campo. No creo que cambiara de trabajo. Honestamente, es un trabajo pesado pero que me gusta”.

La mujer ha trabajado en el campo desde el día en que llegó al Valle Central. Tras dos intentos y una deportación, logró cruzar. A pesar del tiempo transcurrido Odilia recuerda momentos muy particulares de estos años.

“A menos de la mitad del camino por el desierto en la primera cruzada me cansé de caminar, tenía que caminar como cinco horas para agarrar un carro. Me senté en una roca grande, y me puse a llorar de tristeza por mi hijo y mi mamá”, recuerda. “Estaba a punto de regresar, pero si me voy, cómo voy a ganar dinero para tener una casa. En Oaxaca ni casa teníamos, sino una con ramas de palma que ni era nuestra sino de mi hermano. Por eso dije ‘mejor me voy’”.

Hoy Odilia tiene a su hijo aquí con ella, y dos hijos más nacidos en Estados Unidos. Es dueña de una casa y viuda de un hombre de Morelos que conoció aquí y que tras intentar arreglar sus papeles, se fue a México para evitar ser deportado. Allá terminó trágicamente.

“El no conocía a nadie allá, tenía 15 años cuando vino aquí y cuando se fue tenía 35 o 36”, recuerda Odilia. “Allá se encontró un trabajo de policía y lo mataron en un enfrentamiento con delincuentes poco después”.

El camino lleno de baches de Odilia tiene una luz al final. Su hijo mayor, a quien se trajo por la frontera en 2004 porque ya no soportaba la separación, ahora está estudiando ciencias políticas en la Universidad de Fresno Pacific.

Con mucho trabajo y ahorro, Odilia terminó de comprar la casa que le dejó su compañero. Y a lo mejor este año recibe ‘papeles’, gracias al programa de legalización para trabajadores del campo que contiene el proyecto de ley migratoria.

Dice la campesina que: “Ojalá que sí, yo pido mucho por todos estos jóvenes y por todos los inmigrantes. Espero que este año sí se nos haga”.

El camino para los trabajadores agrícolas: la tarjeta Azul

Recibirán la tarjeta azul de residencial temporal los trabajadores de la agricultura, horticultura, ganadería, trabajo forestal, granjas y procesamiento de productos relacionados que pueden comprobar 575 horas o 100 días laborales en los dos años anteriores del 31 de diciembre del 2012.

Deben pagar una multa de 100 dólares.

Sus cónyuges e hijos menores califican como derivados de su petición.

La Tarjeta Azul servirá para trabajar, viajar y tener residencia legal aunque permanente.

5 años después, si ha trabajado no menos de 100 días por año por 5 años o 150 días por año durante 3 años, paga una multa de 400 dólares y los impuestos debidos, pueden ajustar a la residencia permanente.

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