EEUU, Cuba y el anacronismo

Fidel Castro, izquierda, junto a su hermano Raúl en La Habana.

Fidel Castro, izquierda, junto a su hermano Raúl en La Habana. Crédito: archivo

Con nuevas discusiones sobre servicio postal directo e inmigración, los EE.UU. y Cuba están considerando un descongelamiento en la guerra fría que cumple mas de 50 años.

Esta guerra fría es un anacronismo. Nació durante el apogeo de la verdadera Guerra Fría, cuando los EE.UU. y la Unión Soviética parecían empatados en la carrera para dominar el mundo – y dispuestos a aniquilar la raza humana en vez de perder. Fue la época cuando en los EE.UU. la lucha antimarxista justificaba alianzas con dictadores como Batista, Somoza y Trujillo.

Hoy, la Unión Soviética ya no existe, ya no vivimos ansiosamente bajo una amenaza termonuclear, los Sandinistas compiten en elecciones libres, y los marxista de anteayer son capitalistas de primera clase.

Todo ha cambiado menos esa curiosa relación entre Cuba y los EE.UU. De acuerdo a sus críticos americanos, los hermanos Castro insisten en imponer el marxismo. De acuerdo a La Habana, los imperialistas en el norte quieren destruir la Revolución.

En un ensayo publicado en 1979, la intelectual Jeanne Kirkpatrick (quien fue embajadora americana a la ONU bajo Ronald Reagan) presentó la justificación mas fina del apoyo americano de regímenes autoritarios anti-marxistas (como la de Somoza). Un régimen marxistas es totalitario, sin la posibilidad de convertirse en una democracia. Por lo tanto, para los EE.UU. no tiene sentido hablar con tal régimen; hay que contenerlo y subordinarlo de cualquier forma posible.

Pero un régimen autoritario sí tiene la capacidad de convertirse en democracia. Por lo tanto, Washington debería establecer relaciones, y a través de esas relaciones impulsar la reforma hacia la democracia.

Fue un argumento elegante. Pero resultó ser erróneo. Hoy hay elecciones en Nicaragua, Rusia, Vietnam, Birmania, y Brasil, estableciendo patrones que desafían la simplicidad del argumento de Kirkpatrick.

Y en Cuba hay rasgos de una apertura política y económica. En vez de hacerle caso a esa voces anacrónicos en Washington ¿por qué no hacer lo posible para apoyar estos impulsos?

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