Oakland, las ventanas rotas

Nueve detenidos por los disturbios tras veredicto absolutorio a Zimmerman

OAKLAND.— Después de tres noches consecutivas de disturbios, de manifestaciones furiosas, de escaparates rotos —los daños causados tan sólo a la tienda Sears, en la Broadway y la calle 20, parece superarán los 15,000 dólares—, el área central citadina amaneció como muda por el desconcierto.

Antes de las ocho de la mañana, recorrían la zona cuadrillas de trabajo de compañías vidrieras —por alguna razón, parecían todas integradas por mexicanos—. Revisaban las protecciones de madera que dos días antes habían instalado sobre los escaparates, y luego se iban. “Dicen que va a seguir el relajo; así que ahí mejor las dejamos”, explicó un obrero.

Era martes 16 de julio. Y tras esa tercera noche de furia, se registraría una más.

Al cierre de esta edición, la fiscalía del distrito de Alameda ha fincado cargos contra tres individuos —uno de San José, otro de San Francisco y uno más de Oakland—.

El Departamento de Policía (OPD) ha informado que detuvo en total a nueve personas tras los consecutivos disturbios nocturnos iniciados el sábado 13, en reacción al veredicto absolutorio a George Zimmerman, un vigilante privado que mató el 26 de febrero de 2012 —el jurado asumió que en defensa propia— a un joven afroamericano, Trayvon Martin, en Sanford, Florida, una ciudad hasta entonces ignorada incluso por los millones que peregrinan a la vecina Orlando.

Ese 16 de julio, el periódico Oakland Tribune —roto el escaparate de su flamante oficina de las calles 20 y Broadway, frente al Sears— fustigaba ya la lenta respuesta del Departamento de Policía a la protesta.

Y un día después fueron los comerciantes de la zona —incluso el barrio chino, en vecindad con la comandancia central de la policía, resultó afectado— quienes se quejaron, a puerta cerrada, con Sean Whent, jefe de OPD.

Está anunciada una protesta más, para el sábado 20. La alcadesa, Jean Quan, ha dicho que esta vez sí serán capaces de frenar eventuales actos vandálicos.

Negra la piel, benévola y clara la mirada, Bárbara Tengari se acercó a platicar el martes con los vidrieros mexicanos, que entonces inspeccionaban los escaparates rotos de la avenida Telegraph, paralela a la Broadway y donde la noche anterior un mesero del restaurante Flora, es la esquina con la 19, fue golpeado con un martillo por un vándalo.

Tengari es descendiente de hondureños. Vecina desde hace cinco años del área, lamentó lo sucedido.

“En vez de llevar la furia y la frustración a las calles y cometer vandalismo, violencia y otra formas de destrucción de propiedad pública, por qué no mejor no contactan a sus representantes ante el Congreso y averiguan si ellos pueden cambiar esa ley de Florida conocida como ‘defiende tu territorio’ y hacerla similar a las regulaciones de otros estados”, dijo Tengari.

Continuó:

“Esa ley es la que dio a Zimmerman la oportunidad para cometer homicidio, tan simple como eso. En cambio, cuando destruyes, llevas la discusión a otra parte. Creo que ese es el camino, emprender la vía legal. Pero ellos no piensan así, están tan enojados”.

Recordó los disturbios tras la muerte de Oscar Grant, agravados tras la liberación del policía que le disparó. “Sucedió lo mismo. No resolvimos nada en ese caso rompiendo ventanas, ¿correcto?”.

Al Sureste, sobre la misma avenida Telegraph, el antiguo cuartel de campaña de Barack Obama fue reemplazado ya por la galería SoleSpace. Intacto, su escaparate mostraba carteles en memoria de Trayvon Martin —la exhibición es titulada: “Para Trayvon, de Oakland, con amor y furia”—. Al doblar la esquina, en la calle 17, en la sede de Youth Radio, un innovador medio comunitario y sin fines de lucro, las vidrieras destruidas permanecían cubiertas con tapias de madera.

Gris amanecer de un martes. En Broadway y la calle 14, próximo a las vidrieras quebradas de un banco, un intercambio comercial: “So, some weed?” (“¿Qué, algo de marihuana?”). Dos días después, el jueves 18, la noticia que al Este citadino tres niños (4, 7 y 8 años) fueron baleados; la mayor murió. En Oakland, acallada la esperanza, de pronto parece que todo está roto.

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