Mexicanas pueden decidir tener un hijo o abortar

A seis años de la legalización del aborto en México, varias mujeres cuentan las razones para interrumpir sus embarazos

Gabriela Aranguré, directora de la clínica de ILE habla con una paciente.

Gabriela Aranguré, directora de la clínica de ILE habla con una paciente. Crédito: <copyrite> La Opinión - </copyrite><person> Gardenia Mendoza Aguilar < / person>

MÉXICO, D.F.— El Centro de Salud Beatriz Velasco alberga una de las clínicas más concurridas para la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) del Gobierno del Distrito Federal. Ahí se encuentran cinco mujeres sentadas en semicírculo observando unas a otras sus pálidos rostros.

Acaban de salir del quirófano. Muerden con desgano un sándwich que trajeron de casa en paquete con un jugo para recuperar la energía perdida en el último paso del proceso del aborto. Aquí llegaron por la mañana sin conocerse y al medio día ya las unen sentimientos de pertenencia y confidencialidad.

María solloza tras una cortina oculta en el rincón, talvez por un corazón roto, un arrepentimiento. Aquí nadie cuestiona

Zaida la mira de reojo mientras cuenta su propia historia para olvidar los dolores que describe como más agudos “que los de la menstruación”. Su robusto y joven cuerpo de 28 años los soporta con garbo.

Durante casi una década intentó embarazarse sin éxito de la persona con quien se casó enamorada, aunque terminaron distanciados por la infertilidad. Poco tiempo después del divorcio, ella inició un noviazgo del que resultó una niña que ahora tiene cuatro años.

El padre no quiso hacerse responsable, pero Zaida siguió con su ilusión aunque fuera madre soltera. Después de que nació su hija no quiso colocarse un dispositivo permanente porque no tenía pareja. Luego, apostó al “ritmo” con un nuevo amor y los cálculos del método fallaron.

“No era una relación seria, él se desentendió y yo no quise volver a pasar por lo mismo, de tener otro hijo sola, con mis padres enfermos y sin trabajo, por eso estoy aquí”.

El enfermero Omar Traveceras entra a través de unas largas cortinas que dividen el pasillo general de la sala de recuperación y revisa que la aguja del suero esté colocada en el brazo de cada una de las chicas y bromea con ellas.

“No quiero que se pongan mal por otro piquetito”.

Ellas ríen con ganas, por primera vez desde que llegaron al hospital, y él se da por bien remunerado en otro día de trabajo al que llegó por azares de la vida para hacer prácticas profesionales hace un par de años. Como médico obstetra, él mismo se oponía a la interrupción del embarazo hasta que poco a poco entendió las razones femeninas que incluyen violaciones a niñas de 10 años.

Por ello hoy es un buen colaborador, al punto de responsabilizarse del ambiente en la clínica tan bien cuidada que luce casi nueva. De poner música alegre para que no se depriman cada una de las 30 pacientes que en promedio se atienden al día, tres cuartas partes del total en toda la ciudad, que en seis años suman 98 mil, y una muerte por complicaciones.

Con 19 años, Edith responde positivamente a la terapia de música. “Me voy”, una canción de Julieta Venegas la anima a hablar. Tiene dos hijos de cuatro años y otro de nueve meses y reconoce que ya no tiene paciencia para un tercero. Así se lo hizo ver al marido (comerciante, 22 años) que la apoyó totalmente después de escucharla.

A pesar de que siendo niña su único sueño era tener hijos, al madurar se equivocó, pensó que debió esperarse hasta tener 30, después de estudiar algo así como administración de empresas y tener su propio negocio; en cambio, se quedó en secundaria por lidiar con pañales, biberones y rabietas de bebés.

“No soy tan buena madre como pensé que sería”, confiesa con la voz quebrada y los ojos humedecidos. “El dinero apenas alcanza y me desespero”.

Rosalva, de 25 años, que ha estado escuchando con los ojos entornados, se mueve inquieta entre la bata que estruja sobre el confortable sillón. “Mi caso es idéntico, pero yo sólo tengo un hijo “.

Edith extiende la mano para tomar la de su compañera y sonríe sin decir nada más. Las cinco se quitan la bata de hospital que usaron por cuatro horas en ILE y vuelven a sus ropas de diario: pantalones de mezclilla, tenis, suéteres y playeras.

La directora de la clínica, Gabriela Aranguré, anuncia que están listas para un nuevo comienzo con un método de planificación familiar, sin prisas ni remordimientos como los que ella tenía cuando comenzó a trabajar en esto y era cuestionada en su entorno social, en las reuniones familiares y en el hospital.

“Al principio somos mal vistos hasta que un día los que critican lo necesitan para ellos mismos o un familiar: en casa del jabonero el que no cae resbala”, dice al despedir a sus pacientes. “Aquí hacemos todo lo que podemos, pero la parte de prevención es cuestión de educación”.

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MEX13 – CIUDAD DE MÉXICO (MÉXICO), 13/03/07.- Jorge Serrano Limón, Director del Comité Nacional Pro-vida, muestra un modelo de un feto hoy, martes 13 de marzo del 2007, durante una conferencia de prensa en la que hizo un llamado a la “desobediencia civil” en caso que la propuesta de ley para legalizar el aborto sea aceptada por el gobierno de la Ciudad de México (México). EFE/Mario GuzmánMéxico

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