Víctimas de Sandy en Queens aún no se recuperan

A un año del paso de "Sandy", la península de Rockaway en Queens, donde residen muchos latinos aún muestra estragos

Algunas viviendas de hispanos continúan abandonadas a  un año de la tormenta.

Algunas viviendas de hispanos continúan abandonadas a un año de la tormenta. Crédito: <copyrite>EDLP</copyrite><person>Fotos Humberto Arellano< / person>

FAR ROCKAWAY — Desde que el salvadoreño Ezequiel Luna llegó a la zona de Far Rockaway hace 13 años, disfrutó de una vida normal: “Tenía trabajo, vivía con mi esposa y mi hija y mantenía a mis otros cuatro hijos en El Salvador”, dijo. Hasta que el paso del huracán Sandy hace un año cambió su vida por completo.

“De la noche a la mañana me quedé sin nada”, dijo Luna, de 47 años, quien recordó cómo la tarde del 29 de octubre decidió dejar su apartamento. “Vi el mar muy turbulento, el viento empezaba a arreciar. Sentí miedo, algo me decía en mi interior que debía ir a refugiarme a un lugar más seguro”.

Ezequiel, su esposa y su hija se distribuyeron en casas de familiares en otras zonas de Queens, y no pudieron regresar a su hogar hasta más de una semana después. A pesar de que vivían en un tercer piso donde el agua no alcanzó, “lo único que pudimos sacar fue la ropa y unas cobijas. Me quedé sin trabajo, porque la bodega en donde trabajaba se inundó y tuvo que cerrar”, explicó.

Dos hermanos de Luna también huyeron a casas de familiares, pero se les quemó todo en el incendio masivo que destruyó más de 100 casas en la zona de Breezy Point.

Debido a que no tienen documentos legales, ninguno de los hermanos Luna recibió ayuda monetaria. “Me vi obligado a pedir prestado para sobrevivir, y aunque desde hace un mes empecé a trabajar nuevamente en la bodega, las deudas me tienen ahogado”, dijo Ezequiel, que vive en un pequeño apartamento con su esposa e hija.

Aunque reflexionó sobre la posibilidad de mudarse a otra parte de la ciudad donde no esté en alto riesgo de este tipo de desastres, dijo: “Siempre viví aquí, esto es como mi segunda casa, no me veo viviendo en otra parte”.

La península de Rockaway, en Queens, donde residen muchos latinos como la familia Luna, fue una de las zonas más afectadas de la ciudad.

La devastación aún es evidente. Mientras camiones y obreros trabajan en la reconstrucción de viviendas, otras casas afectadas —como las ubicadas en el sector de Far Rockaway en la calle 26— han sido selladas con maderas, sin que se conozca qué va a pasar con ellas.

Ahí existen cinco bungalós vacíos donde antes vivían familias mexicanas, y que los vecinos indicaron que cuando el agua inundó el área muchos permanecieron incomunicados por días.

“Nos fuimos porque vimos policías y camiones con militares. No tenemos papeles y nos dio miedo ser deportados”, dijo María Rojas, que recién hace un mes pudo regresar a Far Rockaway y rentar un pequeño apartamento para ella y sus dos hijos.

Para otros indocumentados, el sentimiento es como si hubieran vuelto a cruzar la frontera. “Crucé de México hace tres años y sólo traía lo puesto. Así mismo quedé luego de Sandy”, dijo un hombre que se identificó como José.

En la zona de los bungalós vivía Luis Casco, de 24, que ha pasado toda su vida en Far Rockaway y que, aunque es ciudadano americano, todo lo que recibió de ayuda fue el dinero para la renta de un apartamento por unos cuantos meses.

“Me dijeron que me iban a subsidiar la renta, por eso conseguí un apartamento. Pero a los cuatro meses me la cortaron y mi situación fue difícil, porque me quedé con la ropa puesta”, explicó. “Lo perdí todo”.

Casco, además de ser damnificado, se convirtió en voluntario en la iglesia Pentecostal Dios de la Profecía, para ubicar las zonas más afectadas y poder distribuir la ayuda.

Para este joven de padres salvadoreños la triste realidad no es sólo la que pasó. “No estamos preparados para otro Sandy, por más que las autoridades digan lo contrario”, dijo.

Diego Ibáñez, uno de los gestores del grupo Ocuppy Sandy, que acudió a la zona inmediatamente después del huracán, afirmó que “las personas más pobres siempre son las más perjudicadas, además de las olvidadas por parte del gobierno”.

Para Ibáñez, la vivienda no es la única preocupación de los residentes, también están los efectos psicológicos y de salud. “Hay viviendas cuyos propietarios no limpiaron el moho de las paredes, sólo las pintaron para cubrirlas y las rentaron a hispanos con necesidad de un techo. Las consecuencias de salubridad se verán tarde o temprano”, añadió.

No hay un estimado exacto de cuántas casas permanecen aún sin electricidad debido a que no se pueden reconectar hasta tanto no pasen la correspondiente inspección, por encontrarse en un laberinto burocrático para conseguir dinero para la reconstrucción. En términos comerciales, el panorama en toda la bahía de Rockaway no es diferente. Varios propietarios de pequeños negocios, en la calle Beach Channel Drive, indicaron que les tomó de ocho a 10 meses volver a abrir sus tiendas.

La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, FEMA, indica que, como promedio, el 43% de los negocios afectados por un desastre no se vuelve a abrir. Steve Goldberg, agente de bienes raíces, explicó que por lo menos un 20% de los negocios, especialmente de la zona de Breezy Point, se mantienen cerrados.

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