Jóvenes de NYC enderezan sus vidas con la fotografía

El arte de la fotografía es una de las disciplinas que ayuda en el proceso de reintegración a los participantes del programa.

El arte de la fotografía es una de las disciplinas que ayuda en el proceso de reintegración a los participantes del programa. Crédito: EDLP / Mariela Lombard

Nueva York — Pese a su apariencia frágil y tímida, el adolescente Uriel Flores creció a la sombra de pandillas de El Bronx, que lo arrastraron a una vida de violencia de la cual ahora intenta liberarse a través de la fotografía.

“Allá afuera las pandillas están presionando a los jóvenes para unírseles y cometer delitos. Si no accedes, las amenazas suben de tono y el miedo te obliga a entrar”, indicó Uriel, de 17 años. “En una ganga las decisiones no son tuyas, el grupo te empuja hasta perderte en esa vida”.

Luego de ser arrestado por un delito menor, el mexicoamericano entró en el Programa Juvenil Andrew Glover, que desde 1979 ofrece a infractores menores la posibilidad de enmendar el camino fuera de la prisión. La fotografía es una de las disciplinas que ayudan en el proceso de reintegración.

“Cuando tomo fotografías de niños felices, recuerdo la mejor época de mi vida. En mi infancia no había miedo, ni dolor”, comentó Uriel. “Con la cámara en mano la comunidad me mira como alguien que tiene futuro, no como un delincuente. Me hacen creer que puedo lograrlo todo”.

Uriel y otros 14 adolescentes son los artistas detrás de un impactante mural en la esquina de la calle 117 y la Segunda Avenida, que integra 23 fotografías en blanco y negro de niños sonrientes en los parques públicos de El Barrio.

“El mural es una conexión entre la comunidad y los chicos que buscan una segunda oportunidad”, dijo Jessica Hall, coordinadora del programa. “Los muchachos vuelven a apreciar su entorno y los residentes los cobijan nuevamente como parte de su núcleo social”.

Hace tres décadas, el Programa Juvenil Andrew Glover llegó a los tribunales de Manhattan, apelando a los jueces para que enviaran a los delincuentes no a la cárcel sino a un programa de formación y asistencia para el empleo.

Nelson Valentine, defensor del programa en los tribunales desde hace 15 años, destacó que mantener a un menor en un centro de detención cuesta a los contribuyentes $210,000 al año, y la mayoría (el 80%) reincide al quedar en libertad. Por el contrario, un adolescente en el Programa Juvenil Andrew Glover cuesta sólo $3,400 al año, y el 90% de los graduados no vuelven a cometer un delito.

Estamos salvando vidas. Los muchachos tienen la alternativa de corregir el error y volver a la escuela o al trabajo”, destacó Valentine. “El encarcelamiento es menos eficaz en la reintegración social. Nuestros jóvenes necesitan que su comunidad vuelva a creer en ellos”.

Una de las estrategias de exitoso sistema es el toque de queda: Los jóvenes reportan diariamente a sus trabajadores sociales su estancia en casa, trabajo o escuela, reduciendo con ello la tendencia al delito.

El dominicano Randy Payano, de 16 años, llegó al programa luego de enfrentar cargos por una pelea en su escuela secundaria, en Washington Heights.

“En los últimos meses logré un comportamiento más controlado. El arte calmó mi actitud agresiva. La cámara me ayuda a expresar mis sentimientos, deseos y temores“, comentó. “Puedo comunicarme mejor con mi familia. Es increíble todo el progreso que he logrado”.

El programa, que también ofrece clases de yoga, cocina, ayuda con tareas escolares, y consejería en salud, se enfoca en latinos y afroamericanos de 13 a 21 años, de East Harlem y Lower East Side. El año pasado se registraron 9,860 jóvenes, el 61% latinos y el 77% varones.

Un segundo mural en Lower East Side será expuesto en un futuro cercano. En esta ocasión, los protagonistas serán los héroes locales, incluidos bomberos, activistas, trabajadores y maestros.

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