Angela Centeno: Cinco décadas auxiliando al pobre en El Bronx

"Los cambios no suceden solos, se necesita esfuerzo y solidaridad para lograr mejoras en la comunidad"

Ángela Centeno lleva varios años como voluntaria en la colecta y donación de comida en El Bronx.

Ángela Centeno lleva varios años como voluntaria en la colecta y donación de comida en El Bronx. Crédito: EDLP / Zaira Cortés

Nueva York — Al llegar al sur de El Bronx, en 1960, Ángela Centeno se encontró con vecindarios devastados por la opresión, las pandillas y la pobreza. En una de las épocas más turbulentas del condado, las necesidades de las familias puertorriqueñas pasaban inadvertidas entre edificios abandonados y calles azotadas por la violencia.

Consciente del hambre y la carencia de su comunidad, Centeno, en aquel entonces de 21 años, se entregó al voluntariado en la colecta y donación de comida en las inmediaciones de Hunts Point y Longwood.

Inspirada por la labor altruista de la Hermana Thomas, una monja conocida en el área por su servicio a las familias necesitadas, Centeno dividió su vida entre el trabajo duro en fábricas textiles y su lucha por hacer de El Bronx un hogar digno para los latinos.

¿Cuántos años lleva dedicada a la colecta y donación de comida?

Desde que llegué de Puerto Rico hace 53 años. Ahora tengo 74 años y aún me queda suficiente energía para seguir sirviendo al sur de El Bronx. Yo empecé el voluntariado al ver a la Hermana Thomas recorrer Southern Boulevard empujando con esfuerzo un carrito de compra, pidiendo comida en los supermercados y bodegas.

La miraba pasar diariamente, sola y sin nadie que le diera la mano. Me dije: “Sí ella puede, por qué yo no, después de todo es mi comunidad la que necesita la ayuda”. Desde entonces he colaborado con la Hermana Thomas en la colecta de comida y alimentos no perecederos. En los días de mucho frío regalamos café y avena caliente a los desamparados, en un pequeño garaje cerca de la iglesia de San Atanasio.

En las décadas de los 70 y 80 colaboré como cocinera para un programa que llamamos “Comida sobre Ruedas”, de la iglesia de San Atanasio. Una camioneta circulaba por el área llevando alimentos cocinados a las familias pobres.

Siempre he sido una voluntaria activa. También participo en la Junta Comunal 2 y en el Consejo de la Comunidad del Cuartel 41.

¿Por qué le apasiona ayudar?

Porque los cambios no suceden solos, se necesita esfuerzo y solidaridad para lograr mejoras en la comunidad. En estos 53 años he visto como El Bronx ha cambiado para convertirse en un condado digno, pero aún hay mucho qué hacer. La pobreza y el hambre persisten.

Creo en dar de corazón. Cuando las grandes compañías donan, lo hacen esperando un deducible de impuestos. Qué clase de mundo sería este si todo aquel que ayuda demandara un premio a cambio, el único premio que debemos esperar es la satisfacción de servir y ser útiles.

En una época de escasez económica, ¿Las personas donan cómo hace algunas décadas?

Definitivamente no. En los últimos años las donaciones son menores. No hay distinción entre los grandes almacenes o las pequeñas bodegas. Conseguir comida en donación es una lucha que implica paciencia, persistencia y mucha fe. Años atrás la economía era mejor y los negocios estaban más dispuestos a ayudar. Muchos de nuestros alimentos donados vienen de familias, algunas de ellas necesitadas, pero dispuestas a compartir lo poco que tienen.

¿La necesidad de ayuda se incrementó con los recortes en asistencia pública?

Las donaciones decrecen y los necesitados aumentan. Más familias vienen en busca de comida y ropa. Las madres acuden por abrigos donados y así ahorrar unos dólares para alimentos. La demanda de ayuda es grande.

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