La amistad une a ancianos latinos y judíos en El Bronx

Las diferencias culturales no impiden que compartan en actividades del Centro de Personas Mayores Van Cortlandt

El judío Sol Feiner enciende el candelabro durante la celebración del Hanukkah.

El judío Sol Feiner enciende el candelabro durante la celebración del Hanukkah. Crédito: EDLP / José Acosta

NUEVA YORK — “¿Dónde están las chuletas?”

Esto es lo que dicen los hispanos que empiezan a asistir al Centro de Personas Mayores Van Cortlandt, en El Bronx, del Jewish Association Serving the Aging (JASA).

Como la institución es judía, toda la comida es Kosher, una palabra que deriva del hebreo Kashrut que significa “puro”, y por tanto las leyes judías, que establecen cómo deben ser los alimentos, no permiten en la mesa la carne de cerdo.

Los hispanos, que representan el 40% de los 60 ancianos (97% mujeres) que por lo regular reciben servicio en el Centro, tampoco van a escuchar, durante las festividades, salsa ni merengue, y ni siquiera mariachi. La klezmer, la música tradicional judía, es la que impera, la clásica y el jazz latino.

Sin embargo, hay algo que hace que los ancianos latinos, una vez llegan al Centro Van Cortlandt, no quieran irse jamás. Algo que está por encima de las barreras culturales y del idioma: la amistad.

La misma que ha mantenido unidas durante años a la puertorriqueña Carmen Ramírez, de 90 años, y a la judía Betty Bider, de 86.

“Desde que llegué aquí, conocí a Betty y nos hicimos muy amigas. El que ella sea judía y yo latina nunca fue un impedimento para que nos acercáramos, todo lo contrario; ella me cuenta de su vida, que es muy interesante, y yo le hablo de la mía”, dijo Ramírez.

Ramírez, quien trabajó en la banca y como traductora en una clínica, llegó a los Estados Unidos, de su natal San Germán, en 1945, y Bider, quien era niñera y luego vendedora, llegó procedente de Bélgica, en 1947, luego de padecer los tormentos de la Segunda Guerra Mundial. Las dos se comunican en inglés, aunque Bider conoce algunas palabras en español.

“Yo duré cuatro años escondida en una granja en Francia, regresé a Bélgica y luego emigré a los Estados Unidos con $50 en los bolsillos, y ahora tengo $51”, narró Bider y se echó a reír.

A la pregunta de qué significa para ella trabar amistad con un latino, contesta: “Yo amo a todo el mundo. Creo que después de lo que yo padecí por ser judía, debo ser amigable con todo el mundo”.

Elaine Rockoff, directora de programas comunitarios de JASA, explicó que la institución fue fundada en 1968, recibe fondos del Departamento de Personas Mayores de la ciudad, y “nuestra misión es sostener y enriquecer las vidas de los ancianos de Nueva York“.

Y para marcar el final de la Fiesta de las Luces o Hanukkah, JASA celebró con un almuerzo especial, música klezmer y jazz latino con el cuarteto de los hermanos Villalobos, y se encendió el candelabro de ocho brazos.

Otra amistad entrañable es la de la puertorriqueña Luisa Rivera, de 89 años, y la judía Elsie Brody, de 93.

“Luisa y yo nos hicimos muy amigas en el Centro”, relató Brody. “Nosotras jugamos a la baraja cada mañana, y leemos los mismos libros”, señaló.

A la pregunta de cuál de las dos es mejor jugadora, ninguna de las ancianas cae en el gancho. “Las dos jugamos bien”, contestan casi al unísono. Pero Rivera, en voz baja, dice: “Aunque a veces ella hace trampa”. La otra la oye y ambas se echan a reír.

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