La muerte se da un descanso

En ‘las intermitencias de la muerte’, el finado novelista y premiado con el Nobel, José Saramago, se imagina a la Muerte cual dama de blanco quien de repente se da un descanso. La gente, en aquel país sin nombre del que escribe, deja de morirse. Se desvanece la industria funeraria. Se trastornan las rutinas de los hospitales. Cuando quieren morir los pacientes críticos, algunos cruzan las fronteras nacionales para fallecer en el país vecino. El gobierno entra en colaboración con una mafia sobre estos problemas.

Pero es una novela, no podría ocurrir en la realidad. Nunca va de vacaciones la muerte, ¿no es cierto? Pues, no te lo creas.

Una escena similar pero menos caótica se presentó durante las reuniones científicas de la Gerontological Society of America. Se posó la posibilidad, con miras a ser probabilidad si se logra el apoyo público y privado, de extender la vida, pero como una medida para prevenir las enfermedades crónicas.

Desde ya, se han reunido en octubre 50 científicos en una cumbre en los Institutos Nacionales de la Salud (NIH por sus siglas en inglés), para presentar investigaciones claves referente a lo que impulsa el envejecimiento y las enfermedades crónicas.

Con esto se manifiesta parte clave de lo que es un nuevo cambio paradigmático radical. Anteriormente, se creía que la salud era una lucha contra las enfermedades que acarrean la muerte con el avance de la edad. Ahora se ha transformado esa manera de pensar para considerar el envejecimiento en sí como lo que impulsa las enfermedades crónicas que acarrean la muerte. Si se puede encontrar lo que impulsa el envejecimiento, resultaría ser como la prevención de la enfermedad.

Esta nueva ciencia gerontológica, según el director del National Institute on Aging, Felipe Sierra, ha encontrado los principios fundamentales del envejecimiento. Saben ahora que las expectativas de vida están influenciadas por la genética, y la duración de la vida de uno puede ser alterada farmacológicamente. Una tercera y tentativa “observación” científica es que las expectativas de vida más largas aparentan coincidir con mejoras en la salud.

Estos hallazgos han de ser de particular interés al público latino por una razón en particular.

Al analizar la investigación sobre la expectativa de vida promedio para los latinos y las causas de muerte, corresponsal de Hispanic Link, Jim Lamare, reportó sobre “la paradoja hispana”. Por una parte, los latinos en general viven más años que el resto de la población. Además, la preparación académica con la que cuenta una persona puede ayudar a determinar una vida más larga para la población general. Es éste el caso en particular para los hombres hispanos.

También, en el caso de California, donde se han realizado algunos de los estudios más extensos sobre el nivel socio-económico y el envejecimiento, el vivir en un barrio de recursos bajos, medianos o altos se asocia con la duración de la vida de una persona. Esta medida es menos factible para los latinos, entre quienes el nivel socio-económico no parece surtir gran diferencia.

Es posible que los factores determinantes son los genes y el vivir saludablemente, en particular entre los inmigrantes recientes. Si esta situación surge naturalmente entre un segmento de la población latina, los investigadores podrían estudiar con mayor detalle la expectativa de vida de los latinos para que la población general logre un nivel similar.

Si es así, la paradoja de la longevidad hispana podrá ser un referente para la sociedad estadounidense en general. ¿Será que para retar la muerte, el resto de la sociedad tendría que tratar de alcanzar un hito latino?

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