Antigua botánica de El Barrio lucha por sobrevivir

Entre el incienso y figuras místicas, la "Botánica Justo" busca adaptarse a los tiempos modernos

El establecimiento ha funcionado en El Barrio desde 1930 fundado por Justo Vargas y su madre Esmeralda.

El establecimiento ha funcionado en El Barrio desde 1930 fundado por Justo Vargas y su madre Esmeralda. Crédito: ZAIRA CORTES / EDLP

NUEVA YORK — Un penetrante aroma a incienso y perfume se percibe antes de entrar a la Botánica Justo, un antiguo establecimiento que se mantiene férreo en la lucha por sobrevivir al desplazamiento y la tecnología.

En medio de velones para la suerte y figuras místicas ataviadas de listones rojos y conchas, el propietario Jorge Vargas (67) explicó que el negocio fue fundado en 1930 por su padre Justo Vargas y su abuela Esmeralda.

“Vivíamos la Gran Depresión y la gente buscaba recobrar la esperanza. Mi papá recorría las calles ofreciendo fe con rosarios y medallas dentro de un maleta”, comentó mientras exhalaba por las fosas nasales el humo de un cigarrillo.

La prosperidad del negocio animó a la familia Vargas a establecerse en la intersección de la calle 104 y la avenida Lexington, pero más de medio siglo en la emblemática esquina no fue suficiente para encarar el fenómeno de la gentrificación.

Un drástico aumento de alquiler impuesto por los nuevos dueños del edificio obligó a don Jorge a mudarse en las inmediaciones de la calle 107.

“Soy un hijo de El Barrio“, dijo con firmeza. “No quería irme lejos de mi gente. Me dolió dejar la antigua tienda, me dolió la falta de consideración”.

Vargas, quien se identifica como un ciudadano del mundo, admite que el feroz desplazamiento es un hecho que ni la más potente esencia puede frenar, y asegura que sobrevivir no es un asunto de velones encendidos en ceremonias, sino de adaptación. La llegada de residentes europeos implica un nuevo inventario en los anaqueles de remedios.

“Los nuevos clientes no compran las hierbas frescas para preparar en casa, quieren la infusión fabricada y embasada con un sello de garantía”, se lamentó. “Pero la regla de todo negocio dice que al cliente lo que pida”.

Para Justo Botánica lejos quedó la época en que la publicidad se hacía de boca en boca y por recomendación de clientes agradecidos. La llegada de residentes de clase media con teléfonos inteligentes en mano también demanda la actualización en propaganda.

“Estamos en Twitter”, dijo don Jorge con emoción. “Son pocas botánicas las que quedan en el vecindario, no podemos perder más”.

La mexicana Sara Muentes (63), residente por más de una década, comentó que las botánicas son más que centros de espiritualidad.

“Los ‘botaniqueros’ son consejeros, escuchan nuestros problemas y nos guían. Los amuletos son el complemento de sus servicios”, indicó. “Necesitamos nuestras botánicas y las medicinas con las que nos curamos en nuestros países, son nuestras farmacias para el alivio del alma”.

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