¿Indefensos campesinos o narcos encubiertos?

Como un Déjà vu, que en francés significa “Ya visto”, muchos corresponsales de noticias pareciéramos revivir en México la historia colombiana de hace tres décadas.

Campesinos o ciudadanos comunes, con el pretexto de “auto defenderse” contra criminales y narcotraficantes que luchan por un territorio valioso para el trasiego de la droga ilegal, han resuelto montar un caos en estados como Guerrero y últimamente Michoacán, en México, donde prácticamente se vive una guerra civil no declarada.

Al analizar el surgimiento de estas autodefensas me encuentro con varias coincidencias del modelo colombiano: odios viscerales, encapuchados para delinquir sin ser identificados y bien armados enarbolando un discurso contra los “malos”.

Un enigma es cómo adquieren y quién les vende el armamento. Otro misterio es quién está detrás de su operación y por qué ciertas autoridades locales usualmente los amparan.

Otro interrogante es por qué un ex narcotraficante es su líder. José Manuel Mireles no es solamente un civil que resolvió tomar las armas para defenderse de los secuestros, extorsiones y asesinatos cometidos por narcotraficantes del grupo Los Caballeros Templarios. El loco Mireles, como se le conoce, fue traficante de marihuana hace 26 años y lo condenó la justicia mexicana.

Mireles tiene su “lado bueno”. Después de purgar su pena en México, se radicó en California donde fue un activista defensor de los derechos de los hispanos en los Estados Unidos.

Más tarde militó en varios partidos políticos de Michoacán, codeándose con dirigentes que se volvieron sus amigos. Por esa relación muchos piensan que las autodefensas que él lidera algo esconden y que están lejos de ser indefensos campesinos.

Es sospechoso que de la noche a la mañana hayan resuelto comprar fusiles de asalto, granadas y lanzacohetes, aunque a la prensa les muestran viejas escopetas.

Para alguien trabajan y esperemos que no sea para los socios y protectores de Joaquín “El Chapo” Guzmán, el cabecilla del tenebroso cartel de Sinaloa.

Por su parte, el jefe de Los Caballeros Templarios antes conocidos como “La Familia Michoacana” es Servando Gómez Martínez, alias La Tuta, quien no niega que es delincuente. Tampoco esconde que trafica, aunque no revela qué tipo de drogas. Dice que en su Estado no permitirá vender estupefacientes a los jóvenes. Es una estrategia de doble moral: que la juventud de otras regiones se drogue y se pervierta, mientras ellos supuestamente salvan a la suya.

Además de la pelea territorial, la razón de esta guerra civil no declarada es que La Tuta y sus Caballeros Templarios tocaron la fibra nerviosa de la sociedad y la política de Michoacán y de otros estados como Guerrero. Por ejemplo, acusó a la hermana del expresidente Felipe Calderón, la senadora Luisa María Calderón, con quien dicen tuvieron un acercamiento en la campaña electoral de 2011.

La Tuta se ha ganado enemigos poderosos. Bandas de la Costa Grande de Guerrero se preparan para realizar una ofensiva contra los Caballeros Templarios y la batalla será contundente. Más que defensa social, esta guerra tiene un oscuro trasfondo político y económico, así es que prepárense.

Twitter: @RaulBenoit

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