Los pasajeros – bultos

Tengo recuerdos del pasado en que se viajaba con más calidad y no se abusaba de los pasajeros

Ese confuso y despersonalizado lugar de explotación y de movimiento masivo en que nos hacen el favor de permitir esperar amontonados nuestro turno de ser embarcados.

Ese confuso y despersonalizado lugar de explotación y de movimiento masivo en que nos hacen el favor de permitir esperar amontonados nuestro turno de ser embarcados. Crédito: Shutterstock

BURBUJAS

Al observar y vivir los viajes, estoy entre avergonzado y apenado por la desastrosa caída de la importancia de los viajeros en esa industria de embarque aéreo de pasajeros bultos. Hablo con conocimiento de causa.

Durante más de cinco años fui vicepresidente de Aeroméxico y tuve a mi cargo sus operaciones en los aeropuertos de Los Ángeles y Tijuana y un año los de Estados Unidos. Para nosotros entonces había dos aspectos prioritarios: La atención personal a cada pasajero y el mantenimiento y buen funcionamiento de los aviones.

Me tocó manejar el accidente de “Cerritos” que costó cerca de cien vidas provocado por una avioneta que entró al espacio aéreo en que el 499 bajaba para aterrizar en Los Ángeles y que chocó con el jet arrancándole el estabilizador.

Cuando una hora más tarde, tras volver de la escena del accidente, tuve que enfrentarme a la angustia de decenas de familiares reunidos en un salón que gentilmente puso SAS a nuestra disposición, e informarles que “no teníamos confirmación aun de los que viajaban en ese avión, pero que por desgracia no había sobrevivientes”, fui el receptor de muy diferentes reacciones con una gran carga emotiva que se fue acumulando en mí hasta sentir que me ahogaba.

Los familiares exigían la entrega de los cuerpos o cuando menos verlos y… solo había pedacería de víctimas esparcidas en el lugar del accidente.

Estallé cuando un reportero de la televisión me preguntó: ¿Qué pasajeros importantes viajaban en el avión accidentado? Para algunos hay diferencias hasta en la muerte, para mí, fue ofensivo…

Ahora soy solo pasajero, tengo muchos años más y he perdido mi identidad de persona en ese confuso y despersonalizado lugar de explotación y de movimiento masivo en que nos hacen el favor de permitir esperar amontonados nuestro turno de ser embarcados.

Vuelo 456 de United Airlines, enero 8 de 2014.

La terminal 1 del aeropuerto de la ciudad de Mexico es de una amable ineficiencia; hay de todo, restaurantes, bares, casas de cambio, hotel Hilton, ventas de lotería y gente, gente por todos lados.

Todo eso antes de la inspección de seguridad… después sigue lo mismo, pero parcialmente sin impuestos en pasillos interminables. Por supuesto que las bandas eléctricas no funcionan; es bueno para la salud caminar, nos dice el que lleva la silla de ruedas de Lucila. Su sonrisa hace el andar sufrible; con esa amabilidad “trabaja” su propina.

En medio de ese desorden, entre gente que lleva paquetes, cajas de cartón, carriolas con y sin niños, nos embarcan por delante.

Hemos comprado dos asientos en la fila 7 por un cargo adicional de $184 (viaje redondo, dos personas) y entramos a ese enorme Airbus cuya fila de asientos vacíos, parecen perderse en la distancia.

Luego entra la marabunta, llenándolo totalmente y tratando de meter, muchos sin éxito, sus paquetes y bultos en los compartimientos superiores o bajo los asientos. Cuando finalmente lo logran, tenemos 18 minutos de retraso.

El capitán informa que el vuelo durará una hora y 48 minutos y que recuperará el retraso. El vuelo fue tranquilo y el aterrizaje perfecto.

Salimos por delante al gusano y… ¡no había silla de ruedas!. Preguntamos a la empleada de United encargada de recibir el vuelo: ya viene en camino, nos dice, argumentando que “no era su culpa”…

El avión se va vaciando poco a poco hasta que solo queda la tripulación y nosotros esperando la silla de pie en el gusano.

La tripulación termina sus quehaceres y se va… solo quedamos un avión con la puerta abierta y Lucila y yo de pie esperando que venga alguien… y nada.

Finalmente se asoma una persona y nos dice que en su carrito eléctrico nos lleva a un lugar donde pueden darnos la silla.

Abandonamos el gusano y ese carrito nos lleva a un lugar donde hay otras seis personas que necesitan silla de ruedas para las que tampoco hay. Nos sentamos a esperar.

El tiempo va corriendo, uno a uno van llegando los portadores de sillas y se van llevando a los que esperan, hasta que nos toca a nosotros. Ha pasado dos horas desde que llegamos y no acabamos de llegar…

Nos llevan a migración a la ventanilla especial para minusválidos. Estamos en segundo lugar cuando cierran la ventanilla y nos incorporan a una larga cola que avanza lentamente en dirección a dos filas de maquinaria nueva. Me explican al llegar que se trata de un experimento con equipo para agilizar migración; esas maquinas sacan una foto y si coincide con la del pasaporte hay acceso automático.

La de Lucila coincide. La mía no y nos mandan a otra fila, esta para una ventanilla regular.

El oficial se muestra extrañado, sella el pasaporte y vamos por nuestro equipaje que hace horas no está en la banda y nos dirigimos a la salida. Nadie nos pide la declaración aduanal ,solo vuelven a sellar los pasaportes. Tengo recuerdos en que no se abusaba de los pasajeros….

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