Miacatlán espera un milagro de vida para Tamayo

MIACATLÁN, México – El portal que comparten las casas de los hermanos Héctor y Francisco Tamayo se barrió esta mañana. Limpio, espera a los miacatlenses que a las 5:00 de la tarde (hora local) rezarán por un milagro que “ablande el duro corazón” del gobernador de Texas, Rick Perry, afamado por no perdonar a ningún condenado a muerte, como es Edgar Tamayo.

Los habitantes de Miacatlán, el pueblo oriundo de Tamayo, sobrellevan en tensa calma las últimas horas en que su paisano espera -a miles de kilómetros de aquí- en la Unidad Carcelaria Wall, en Texas, la aplicación de la inyección letal o la misericordia de un político.

A Edelmira Carreño, la tía que aún recuerda a Edgar Tamayo como un chico que jugaba canicas, se le nubla la vista por las lágrimas. Sale de su casa a la calle para tomar aire porque dentro no puede estar. “Es muy doloroso”, dice camino a la tienda, donde compra una veladora.

El calor mantiene a los pobladores en sus casas mientras un estridente megáfono anuncia la hora de la reunión donde los Tamayo y quienes se unan atenderán las noticias desde Estados Unidos entre rezos y esperanzas.

“Vamos a esperar un milagro”, dice Silvia Tamayo, la prima de Edgar que organiza la reunión.

¿Quién diría? La última vez que lo vio él tenía 17 años; ella 15, y los dos bailaban cumbia en la fiesta de la hermana del condenado.

Uno de esos “guateques” en los que solía ir huarachar con compinches como Jesús Martínez “La Churra” que aún se niega a ver un final tan trágico para el hombre con quien cruzó la frontera al norte en busca de un mundo mejor. “Hasta que sea la hora yo no lo voy a creer”.