Niños especiales en “Olimpiadas de Invierno” en NYC

En el gimnasio del Instituto de Nueva York para la Educación Especial, unos 100 niños en edad preescolar compitieron en diversas disciplinas

La estudiante Shailin Montes, 4 años (a la derecha), en la patineta  con ayuda de la terapeuta ocupacional Amy Alpert.

La estudiante Shailin Montes, 4 años (a la derecha), en la patineta con ayuda de la terapeuta ocupacional Amy Alpert. Crédito: EDLP / Mariela Lombard

Nueva York — La fiebre de los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi, Rusia, también se vive en el gimnasio del Instituto de Nueva York para la Educación Especial (NYISE), en donde unos 100 niños en edad preescolar compitieron en diversas disciplinas de hielo.

Por un par de horas, la niña de ascendencia puertorriqueña Eloise Irizarry (4) se convirtió en una profesional del trineo, usando como pista el piso resbaladizo del salón “Readiness Solarium”. Deslizándose con habilidad, la chica se enfrentó a sus pares con el afán de figurar en el cuadro de ganadores y llevar a casa una medalla.

La nieve simulada con bolitas de papel fue el escenario para la excitante competición. Los pequeños atletas “patinaron” sobre platos de cartón y jugaron a los bolos en medio de regordetes muñecos de nieve.

Mientras la niña de ascendencia ecuatoriana Angelina Aquino (4) se disputaba el mejor puntaje en lanzamiento de bolitas de papel, su madre, Lorena Cajas (40) habló del espíritu de los Juegos Olímpicos de invierno en NYISE.

“Los chicos se sienten verdaderos atletas y se divierten imaginando que están en Sochi compitiendo por una medalla para su país”, apuntó la residente de El Bronx. “Estoy muy orgullosa de mi hija, ella se esfuerza por superar las barreras de su problema del habla, es una campeona”.

Todo deporte implica el riesgo de sufrir una lesión, o peor aún, de perder de vista a la familia en medio de la competencia. Raúl Juárez (4) rompió en llanto al separarse de su madre, la puertorriqueña-peruana Nilda Díaz (26), pero más tarde se coronó como campeón de bolos.

“Mi hijo logró un gran progreso en los últimos dos años, gracias al programa de ejercicio y de terapia física. Es una escuela grandiosa”, comentó.

Isamara Coto (29), ayudante de clase, trabaja en el instituto desde hace tres años y asiste con dedicación a ochos niños, incluyendo a Juárez.

“Para hacer este trabajo se necesita toneladas de pasión y de paciencia”, dijo con una gran sonrisa. “Trabajar para los niños es una bendición y tan gratificante que tenemos ayudantes de clase que han entregado lo mejor de sus vidas hasta por 27 años, los niños son maravillosos”.

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