Migración y la nación

Los principios que ofrecen los republicanos para la reforma migratoria impedirán que millones de inmigrantes se conviertan en miembros plenos de la nación

El presidente de la Cámara de Representantes y líder de los republicanos,   John Boehner. Los republicanos dieron a conocer sus 'principios' para una reforma migratoria.

El presidente de la Cámara de Representantes y líder de los republicanos, John Boehner. Los republicanos dieron a conocer sus 'principios' para una reforma migratoria. Crédito: Archivo / AP

MIGRACIÓN

Con frecuencia escuchamos que Estados Unidos es un país de inmigrantes. La frase se antoja trillada. Además, el maltrato a ciertos grupos de inmigrantes provoca que cada vez que escuchamos la expresión, reaccionemos con escepticismo y hasta cinismo. Pero la frase en cuestión tiene mucho de cierta: este país se ha hecho como nación, una y otra vez, gracias a monumentales flujos migratorios, provenientes de muy diferentes rincones del mundo.

Lo que la frase oculta es que el proceso de usar la migración para construir la nación nunca ha sido fácil. Todo lo contrario. Cada oleada migratoria le ha cambiado parcialmente el rostro a la nación, generando la agitada oposición de quienes temen no reconocerse en la nueva cara del país.

El eslogan de que Estados Unidos es una nación de inmigrantes convenientemente esconde otra constante histórica: que ciertos grupos de inmigrantes han sido llamados a construir la economíade este país, pero no convocados para ser miembros definitivos de la comunidad política que habita el territorio. Negros, chinos, japoneses, mexicanos, irlandeses, italianos y tantos otros grupos y nacionalidades han estado o siguen estando parcialmente en esa situación. Su mano de obra ha sido requerida, apreciada y alabada, pero no por eso han sido considerados candidato naturales a permanecer indefinidamente en el territorio y gozar de los derechos políticos que disfrutan quienes sí son miembros plenos de la comunidad política, es decir, los ciudadanos.

Estar en el país y ser parte de él, no es lo mismo. El paso del simple “estar” al efectivamente “ser” está marcado por la adquisición de los derechos de ciudadanía. Para distintas categorías y grupos de inmigrantes ese paso ha representado una larga y dolorosa lucha. Esa pelea, digo yo, va de la mano del proceso de hacer nación a través de la migración en los Estados Unidos.

Nos encontramos frente a uno de esas coyunturas históricas en que volvemos a vivir esa lucha y de nueva cuenta se debate, álgidamente por supuesto, el seguir haciendo nación a través de la migración. Hace unos días, la mayoría republicana del Congreso dio a conocer una serie de principios para la reforma migratoria. Un elemento central de estos principios es que quienes hayan entrado al país de manera no autorizada, podrán permanecer en el país, pero no aspirar a ser parte de éste. Es decir, no podrán convertirse en ciudadanos y ni siquiera tendrán acceso a los programas sociales que están al alcance de la mayoría de los residentes legales.

La postura de los republicanos no es novedosa. Lo que verdaderamente sorprende y debe preocuparnos, es que los demócratas, empezando por su máximo líder, el Presidente Obama, estén dispuestos a considerar una reforma que institucionalice en la ley la marginación migratoria y política permanente de millones de personas con lazos duraderos y contribuyentes directos al bienestar económico de este país. No tengo duda al respecto: sería un retroceso histórico en el largo proceso de hacer nación a través de la migración.

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