Lucha libre despierta emociones en El Bronx (fotos y videos)

Bronx Wrestling Federation realiza funciones mensuales para subirle la adrenalina a decenas de aficionados en Nueva York

La lucha libre mexicana es un estilo de vida para muchos jóvenes hispanos en NYC.

La lucha libre mexicana es un estilo de vida para muchos jóvenes hispanos en NYC. Crédito: EDLP / Mariela Lombard

Nueva York — Desde hace cuatro años, las funciones mensuales en el ring de la Bronx Wrestling Federation (BWF) arrancan gritos desaforados de una joven audiencia ante el espectáculo de llaves, vuelos y “costalazos” de la lucha libre mexicana.

“Bronco es mi favorito, él puede contra todos los malos”, expresó Jacob Sandoval (9), quien acudió recientemente a la arena con su padre y hermanos. Es uno de los muchos niños mayores de ocho años y sus familias que abarrotan las gradas del gimnasio del veterano luchador Bronco Internacional.

“Empecé con dos aprendices de luchadores, ahora somos una familia de más de 50”, dijo el dominicano Bronco Internacional (51), quien guarda celosamente su identidad detrás de una máscara rojo vivo. “Quien sube al ring se lo gana, no hay espectáculo sin entrenamiento y disciplina”.

El luchador, quien comenzó su carrera en Quisqueya hace 30 años, dejó su trabajo en la industria de la construcción para fundar la BWF, una escuela y compañía de lucha libre mexicana en la Avenida Close entre Westchester Ave. y Watson.

“Mi esposa Mónica Valdés y yo construimos el ring. Tardamos meses en reunir cada pieza, desde los hierros hasta las cuerdas”, explicó Bronco, aunque su mano derecha Mónica (41) no comparte la pasión por el deporte, temerosa de que su esposo resulte herido.

El mexicano Sangre de Águila (23) fue el primer pupilo de Bronco, y cuatro años después continúa fogueándose con grandes personalidades de la lucha libre mexicana, entre ellos Pequeño Pierroth y Kendo.

Tomando su nombre del ave símbolo nacional de México, el luchador salta al ring ataviado en mallas tricolores. Pero durante el día, pasa desapercibido como un trabajador de la construcción en departamentos de lujo de Downtown Brooklyn.

“Me transformo de noche, igual que los populares superhéroes de cómics. En la arena y en el gimnasio la máscara es sagrada”, expresó con firmeza. “Hago pesas y entreno lucha los seis días, es mi pasión y cultura”, agregó. “Todo niño mexicano creció con el sueño de la AAA (empresa de lucha libre profesional) y sus luchadores legendarios”.

Pasión para algunos y espectáculo teatral para otros, la lucha libre mexicana es un estilo de vida para jóvenes como el puertorriqueño José Camacho (20), quien se dejó crecer el cabello y la barba durante dos años para interpretar en el ring a “Caverman”, un personaje similar al mexicano “Cavernario Galindo”.

“Mis empleadores me preguntan por qué no me corto el pelo, no entienden que Caverman no puede ser sin José Camacho”, apuntó quien de día peina su cabello encrespado para trabajar en un almacén de El Bronx. De noche, usa un rústico atuendo que simula piel de leopardo, y empuña un mazo fabricado con cartón.

“En un principio no quería luchar como Caverman, pero Bronco pensó que al público le agradaría. Con el tiempo aprecié el personaje, los niños lo adoran”, manifestó Camacho.

En el ring los luchadores de la BWF parecen férreos enemigos, pero fuera de la vista del público impera la camaradería.

“Cuidamos al contrincante. Una llave aplicada con fuerza puede quebrar un hueso, pero no queremos lastimar a un buen amigo”, dijo Sangre de Águila, quien apuntó: “Los golpes son reales. Lo que sucede en el ring es espontáneo”.

Durante el combate, el aficionado mexicano Juan García (32) no ocultó su asombro cuando Sangre de Águila lanzó a su compañero de entrenamiento, Rayo, fuera del ring con una espectacular maniobra de vuelo.

“Después del fútbol, la lucha libre es el deporte que más me apasiona”, destacó sin perder detalle del enfrentamiento.

La máscara es lo que mejor define el carácter del personaje del luchador. Esa es la especialidad del mexicano Francisco “Franki” Saavedra (37), quien no es una figura del cuadrilátero, pero a golpe de hilo y aguja realza la mística de los luchadores.

Saavedra, el “mascarero”, tiene dos años confeccionando máscaras de luchador y cerca de una década coleccionándolas. Una mesa de billar sirve para medir y cortar la licra, y convirtió su habitación en un funcional taller en donde cose con una maquina Brother.

“Mi mamá es costurera y desde niño aprendí a coser confeccionando el vestuario de mis luchadores”, comentó mientras cosía las cuatro piezas que conforman una máscara. “Tenía un vecino de nombre Clemente, era un luchador amateur que nació mudo, pero su pasión hablaba por él”.

Franki, quien trabaja como carnicero en una bodega de El Bronx, toma unas ocho horas en cortar y confeccionar una máscara. “Estas difíciles costuras definen qué tan bueno es el mascarero”, dijo, señalando las dos costuras que marcan el diseño de los ojos.

“No hago máscaras a cualquier luchador, sólo a amigos de mis amigos”, indicó Saavedra, señalando que una buena puede costar hasta $150, dependiendo del material, pero muchos luchadores locales no pueden costearlo.

Franki, quien hizo máscaras para Sangre de Águila y Comando, entre otros luchadores del área, destacó que aprendió el oficio por su cuenta.

“Si podía vestir a mis juguetes en la infancia, pensé que coser una máscara no sería imposible. Fue un proceso de ensayo y error”, enfatizó Saavedra. “Mi técnica mejora con cada pieza”.

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