Se entrega Leopoldo López

Temen desestabilización tras la detención de líder político en Venezuela

El coordinador nacional del movimiento Voluntad Popular Leopoldo López acompañado de su esposa Lilian Tintori.

El coordinador nacional del movimiento Voluntad Popular Leopoldo López acompañado de su esposa Lilian Tintori. Crédito: EFE

Caracas — Leopoldo López buscó ayer su lugar en la historia de la Venezuela moderna a golpe de paradoja: a los pies de la estatua de José Martí, el libertador cubano, y emulando el famoso discurso de Hugo Chávez al ser detenido tras fracasar en el golpe de estado de 1992.

“Hoy me presento ante una justicia injusta, ante una justicia corrupta. En Venezuela no hay justicia”, acusó el líder opositor radical en su propio “por ahora”, arropado por una marea blanca que eludió el gigantesco cerco policial planeado con minuciosidad por la policía.

El dirigente reapareció a las 12,02 de ayer, tras cinco días en la clandestinidad. Se subió como pudo al pedestal y lanzó su mensaje al país opositor que le ve como su “mártir”: “No me voy a ir nunca de Venezuela… ¡Despierta Venezuela! Si mi encarcelamiento despertara al pueblo, valdrá la pena”.

Sin soltar la bandera tricolor de la mano, con una camiseta blanca con la leyenda “El que se cansa, pierde” y un gran crucifijo sobre su pecho, López aupó a su mujer al estrecho pedestal. Se besaron y se despidieron, como si lo estuviera haciendo de todo un país. Nada más bajar, aclamado por la multitud que gritaba “¡No estás solo!”, López se entregó a la Guardia Nacional.

La entrega se había pactado previamente para evitar que la tensión pasara a mayores, incluso Nicolás Maduro lo reconoció posteriormente.

En ese momento comenzó un nuevo episodio de la tragicomedia de la revolución bolivariana, que según el primer mandatario llevó a López hasta el vehículo de Diosdado Cabello para trasladarle a una prisión del interior, previo paso por el Palacio de Justicia, en donde se encontraba al cierre de esta edición.

“Terminamos cuidando su vida”, insistió Maduro, quien aseguró que la detención se realizó para “evitar que lo asesinaran”. El gobierno bolivariano sostiene desde hace días que se enfrenta a un “golpe de estado”, promovido por el “imperio de EEUU”, el expresidente colombiano Álvaro Uribe y una ultraderecha parecida a un monstruo de distintos tentáculos: uno el propio López; otro, un contubernio internacional dispuesto a asesinar a López…

“Este jefe político fascista ya está en manos de la justicia”, clamó Nicolás Maduro tres horas después. El presidente siguió los acontecimientos desde Miraflores, rodeado por varios de sus ministros y salió fuera de su palacio para arengar a sus seguidores.

El “hijo de Chávez” insistió en la retórica revolucionaria del golpe de estado, aunque ayer aseguró “que hemos contenido el ataque por ahora, (pese) a los intentos de sedición (protagonizados por López) y a las bandas fascistas que atacan al pueblo”.

Siguiendo el guión de todas las crisis contemporáneas, Maduro lanzó nuevas andanadas a los enemigos externos, incluyendo esta vez a Colombia y Chile. “Problemas de venezolanos los resolvemos los venezolanos”, clamó el primer mandatario, quien interpeló directamente a Juan Manuel Santos, presidente colombiano: “No nos dé lecciones de democracia”.

Su nuevo líder acabó su discurso informando al país que la Faja Petrolera del Orinoco, la mayor reserva de petróleo del planeta, pasará a llamarse Hugo Chávez. Una vez más, la Venezuela oficial hablando para ella misma.

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