Humillan a presos en ‘Ciudad Carpa’ en Maricopa

Unos 500 detenidos sufren por el trato del sheriff Joe Arpaio en las cárceles del condado de Maricopa en Arizona

Prisioneros del sheriff Joe Arpaio en  la 'Ciudad Carpa' en el condado de Maricopa, Arizona.

Prisioneros del sheriff Joe Arpaio en la 'Ciudad Carpa' en el condado de Maricopa, Arizona. Crédito: <copyrite>Especial para La Opinión - </copyrite><person>Matthew Corbisiero< / person>

PHOENIX, Arizona. — La vida en la “Ciudad Carpa” (Tent city) del condado de Maricopa nunca ha sido fácil.

Allí, cerca de 500 detenidos, hombres y mujeres que cumplen sus condenas, duermen casi al aire libre, en catres militares y bajo tiendas de lona.

Pero ni las temperaturas extremas del desierto de Arizona —que de noche pueden bajar hasta cerca del punto de congelación y de día permanecer por encima de los 100 grados Fahrenheit— parecen despertar tanto resentimiento como la comida que se sirve acá y en otras cárceles cercanas.

“Mystery meat [la carne misteriosa]”, dice Hugo Sánchez, de 22 años, un joven de Jalisco que está preso allí. “Nadie sabe qué es eso que nos sirven, pero es bastante malo”.

En realidad no es carne. Si bien los detenidos en las cárceles de Maricopa hace años que se quejan de la poca cantidad de comida que se les sirve allí: solo dos comidas al día.

Como explica el sargento Richard Heil, “lo suficiente para cumplir los mínimos requisitos calóricos pero menos que en otras cárceles”.

A partir de septiembre pasado, el sheriff Joe Arpaio prohibió todo tipo de carne. “Ahora la comida es vegetariana”, explica Christopher Hegstrom, portavoz del Sheriff. “Tienen dos comidas al día; un desayuno-almuerzo con pan y mantequilla de maní y una cena con la mezcla de soya y vegetales”.

Serena Ruiz, de 30 años, una prisionera en la sección de mujeres de Tent city, dice: “está feo, realmente no hay palabras para describirlo”.

“Va con la forma en que nos tratan. Nos tratan como perros y la comida huele peor que comida de perros”, dice en su español con acento.

Arpaio se enorgullece de sus cárceles, y sobre todo de que ahorra a los contribuyentes mucho dinero, cortando los fondos de alimentos —quitar la carne le ahorró al condado 100 mil dólares, según dice— y de los programas en los que obliga a trabajar a los presos, que van desde limpiar grafiti, hasta abrir fosas y enterrar a indigentes muertos.

Esto último lo hacen las mujeres del chain gang, un sistema mediante el cual una fila de presos atados de pies y manos con cadenas hacen trabajos para el Gobierno local. Este sistema existió principalmente en el sur estadounidense hasta 1955 y el condado de Maricopa es uno de los pocos lugares donde se volvió a poner de moda, por Arpaio.

“Es voluntario y a los presos les encanta porque les doy certificados y reciben crédito por tiempo servido y por trabajo”, explicó Arpaio en una entrevista. “Tenemos uno de hombres y uno de mujeres, ¿por qué iba a discriminar contra las mujeres?”, dijo.

A pesar de todo, hay presos que encuentran el lado bueno de la “ciudad de las carpas”. “Nos permite estar afuera al aire libre, bajo el sol y no dentro de una cárcel de concreto”, comenta Johnny Hernández, un guatemalteco de 25 años que como muchos detenidos es de baja o mediana seguridad y cumple una condena menor de un año, como dice el sargento Robert Jones.

Para Lawrence Christian, de 24 años, lo verdaderamente molesto son las humillaciones inherentes a la vida de “Tent city”.

“La ropa rosada, el letrero de “vacante” que tienen en la torre de control, estas pequeñas cosas que hacen que todos seamos una burla acá dentro es lo que más odio de este maldito lugar”, dice Christian. “Pero qué le voy a hacer, soy un delincuente convicto por vender drogas, es mi primera vez. Y francamente, preferiría no volver”.

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