Nadando entre dos aguas

El debate migratorio se suscita entre las divisiones republicanas sobre cómo abordarlo y el dilema que encara la Casa Blanca ante los pedidos de un freno a las deportaciones y alivio administrativo, de no concretarse la requerida solución legislativa permanente. La cautela de ambos bandos ha resultado en un impasse donde todo parece ocurrir en cámara lenta.

Los republicanos que han “evolucionado” en su visión de la reforma no pasan de las palabras.

Dos de esos, Eric Cantor, congresista republicano de Virginia y líder de la mayoría republicana de la Cámara Baja, y Paul Ryan.

De oponerse a la reforma, Cantor propone conceder una vía a la ciudadanía para los DREAMers que no ha pasado de propuesta. Ryan era el encargado de buscar el punto medio entre la petición demócrata de vía a la ciudadanía y el reclamo republicano de legalización sin ciudadanía; pero, de momento, no ha tenido éxito.

En 2005 Ryan apoyó la Ley Sensenbrenner de criminalización de indocumentados. En 2010 votó en contra del DREAM Act, y en el 2012, como aspirante vicepresidencial, defendió la plataforma antiinmigrante de Romney que hundió al binomio republicano. Sólo 27% de los latinos votó por la mancuerna Romney-Ryan. Pero ni siquiera la urgencia de competir por el voto latino en 2016 mueve a los republicanos.

La Casa Blanca y los demócratas mantienen un bajo perfil en culpar a los republicanos del estancamiento. Es que mientras pulule la posibilidad de una solución legislativa, menos presión habrá –creen– sobre Obama para que use su pluma y conceda un alivio administrativo a los indocumentados, similar a la Acción Diferida o DACA de los DREAMers.

Empero, ya se siente la presión de muchas organizaciones sobre Obama que está a punto de llegar a dos millones de deportaciones bajo su mandato. Los votantes latinos que apoyan la reforma por empatía o por dolor propio entienden la dinámica.

Felipe Marroquín es un ciudadano estadounidense originario de Guatemala que lleva 24 años residiendo en Estados Unidos. Vive en Virginia, el estado de Cantor. Su esposa, también guatemalteca, fue deportada hace casi dos años. Tienen dos hijas ciudadanas de 23 y 19 años de edad. Su esposa, que tenía unos 15 años viviendo en Estados Unidos, tenía una orden deportación. Su familia está sumida en un mar de recursos legales y el dolor de la separación.

El señor Marroquín resume la realidad que viven millones esperando entre dos aguas por un alivio.

Marroquín se hizo ciudadano en 2008 pero no votó porque “estaba indeciso”. En 2012 lo hizo por Obama, el mismo año en que su esposa se convirtió en otra estadística de los deportados bajo esta administración que no suponen una amenaza para la seguridad del país.

La situación de Marroquín envía un claro mensaje a los dos partidos de cara a las elecciones de 2016: los republicanos, de no impulsar la reforma, no serán una opción para los votantes latinos que necesitan para ganar la Casa Blanca; y los demócratas, como ocurrió en 2012 antes de que Obama concediera el DACA a los Soñadores, pueden enfrentar la apatía de los votantes latinos, especialmente si no hay algún tipo de alivio en ausencia de legislación.

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