Jinete, una carrera de sacrificio

Un día en la vida del Hipódromo de las Américas, donde se forjan los sueños

Alrededor de 1,400 equinos se entrenan al año en las caballerizas del recinto de la capital mexicana.

Alrededor de 1,400 equinos se entrenan al año en las caballerizas del recinto de la capital mexicana. Crédito: NOTIMEX

México/Notimex — Despunta el alba. Moisés González García está listo para otra jornada laboral; pocos en la megalópolis desempeñan un trabajo semejante: jinete de caballos de carreras.

Los primeros rayos de sol asoman en el horizonte cuando ‘Moi’, como lo llaman sus compañeros, ya ha montado a varios de los finos ejemplares que habitan las caballerizas del Hipódromo de las Américas.

El sacrificio es grande. Sólo un sandwich para el desayuno con un café amargo; tiene prohibidos los dulces, los refrescos. Su estatura, arriba del promedio del gremio, lo obliga a ser más disciplinado que el resto pues no deben exceder los 52 kilogramos de peso.

“Me levanto como a las cinco de la mañana y empiezo a arreglar mis cosas, mi equipo, lo mío; desayuno y ya me vengo aquí a trabajar. Siempre tengo que estar llevando una dieta”,cuenta.

En una escena difícil de imaginar dentro de la gran urbe, varios cientos de caballos son llevados a la pista de carreras. Un ejército de jinetes, entrenadores, caballerangos, asistentes y herreros, realiza una movilización espectacular para ejercitar a los cuadrúpedos.

El ir y venir de equinos que resoplan parece interminable. Todo, por mantener a los caballos de carreras y a sus jinetes en inmejorables condiciones de competencia.

La mañana avanza en tanto las prendas de abrigo salen sobrando. Sin poses, ‘Moi relata su hazaña en Panamá, donde conquistó el primer lugar del Clásico del Caribe 2013, dándole a México un sitio hegemónico en la hípica de la región.

“Sí… es algo muy emocionante representar a un país, representar a tu país en otro lugar”, dijo.

El mismo hipódromo reconoció a este joven jinete mexicano por haber alcanzado 1,400 carreras ganadas.

Moi monta a Fly Mexican, la tranquiliza y la conduce a la pista en busca de indicaciones del entrenador, figura indispensable en el mundo de las carreras de caballos.

En el camino, aparece el decano de los entrenadores del centro hípico: Mario Díaz de Salas, quien ha consagrado su vida al caballo.

Más de medio siglo en la crianza y el entrenamiento de los ejemplares equinos le dan autoridad para decir que lo que el público ve en una carrera es producto de una labor de equipo, que inicia con los criadores y pasa por los dueños, caballerangos, entrenadores, jinetes y veterinarios.

Moi convive con el resto de los jockey después del entrenamiento. Pasarán unas horas más para que se encuentre con todos en los vestidores, ahí donde están los arreos necesarios para competir y una imagen religiosa a la que encienden veladoras y le piden protección y suerte.

Otro de los entrenadores, Moisés Julián Sánchez, apasionado de la hípica, señala que solo con disciplina, dedicación y constancia es posible convertirse en un buen jinete.

La hora de la verdad llega. Todos se preparan para la competencia. Moi González sale en busca de una victoria más cuando la tarde ha galopado lo suficiente. La tensión crece en la pista mientras la expectación domina la tribuna; las emociones se multiplicarán en las horas subsecuentes.

Así transcurre un día en la vida del Hipódromo de las Américas.

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