Pasó la “luna de sangre” y se aproxima “El Niño”
El evento eleva las temperaturas en todo el planeta
MIAMI – Las posibilidades de que este verano u otoño se desarrolle el fenómeno de “El Niño” crecieron de “forma considerable” en el último mes, según la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera (NOAA), lo que supondría un menor riesgo de sufrir huracanes en la cuenca atlántica.
La probabilidades aumentaron del 50 %, en febrero, a casi el 65 % en marzo, explicó hoy a Efe Jon Gottschalck, del Centro de Predicción del Clima (CPC) de la NOAA, quien dijo que es información “confiable” basada en las observaciones y los modelos de pronósticos.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM), con sede en Ginebra, coincidió con estas proyecciones al anunciar esta semana que “podría producirse un episodio de ‘El Niño’ hacia la mitad del año”.
Sin embargo, Gottschalck consideró que aún es demasiado pronto para prever cuál podría su potencia y si podría ser tan fuerte como el ocurrido entre 1997 y 1998.
Este fenómeno, que eleva las temperaturas de todo el planeta, se caracteriza por temperaturas inusualmente cálidas en la superficie del océano en la parte central y oriental del Pacífico tropical.
El Centro Regional del Clima para el Oeste de Sudamérica, que vigila de cerca la situación, reportó que, desde el periodo 1997-1998, no se presentaban temperaturas de hasta 5 grados centígrados a nivel subsuperficial en el Pacífico tropical.
Según la OMM, aproximadamente dos tercios de los modelos estudiados pronostican que “El Niño” alcanzará sus umbrales entre junio y agosto, mientras que el resto de modelos predicen una continuidad de las condiciones neutras, es decir sin “El Niño” ni “La Niña”.
A diferencia de “El Niño”, el fenómeno opuesto, conocido como “La Niña”, se caracteriza por índices inusualmente fríos de la temperatura superficial del mar.
La OMM explicó que unos pocos modelos predicen la aparición más temprana de un episodio de “El Niño”, en mayo, mientras que ninguno pronostica un episodio de “La Niña” en 2014.
“El Niño” influye en las temperaturas y en las precipitaciones, contribuyendo a las sequías o, al contrario, a lluvias fuertes e inundaciones, y por consiguiente a los deslizamientos de tierra.
Este episodio natural afecta muchas partes del planeta ya que repercute en la dirección del viento, las corrientes marítimas y los patrones de tormentas.
El fenómeno suele provocar una temporada de mayor inestabilidad meteorológica, con lluvias más intensas en Suramérica y un menor número de huracanes en el Atlántico. No obstante, la temporada de 2013 ya fue inusualmente baja, con tan sólo dos huracanes de categoría menor.
Sin embargo, la OMM ha advertido de “que ningún episodio es igual a otro y que hay otros factores que influyen sobre las condiciones climáticas”.
“De los últimos 15 años, solo dos se han catalogado como años de ‘El Niño’ y, aún así, han sido todos más calurosos que la media”, aclaró la organización.
Según NOAA, durante este fenómeno se observan condiciones más secas de lo normal en el norte de Brasil, mientras a lo largo de la costa oriental de la región tropical de Suramérica se presentan condiciones más húmedas, así como en la costa del Golfo de México, Estados Unidos y en el sur de Brasil y en el centro de Argentina.
Cuando se produce un episodio en invierno, las tormentas también tienden a ser más intensas en el Golfo de México y a lo largo de la costa sureste de Estados Unidos, lo que provoca condiciones relativamente más húmedas en esta región.
El nombre de “El Niño” fue acuñado hace un siglo por los pescadores peruanos del puerto norteño de Paita, que observaron que aparecía por Navidad, por lo que denominaron este fenómeno como el “Niño Cristo”.
Este martes, el continente americano pudo presenciar un eclipse total en el que la luna se vio de un intenso color rojo, durante una hora y 18 minutos, en el fenómeno que ha sido nombrado popularmente, como la “luna de sangre”.
El de esta semana es el primero de una tétrada de lunas rojas que se repetirá prácticamente cada seis meses, un fenómeno que sólo ocurrirá siete veces en este siglo, según la NASA.