Empanadas argentinas buscan conquistar la Gran Manzana

El empresario argentino Ariel Barbouth ahora, con una producción entre 25,000 y 30,000 empanadas semanales, sueña con consolidar su marca, Nuchas, y ampliar sus operaciones

Ariel Barbouth en su quiosco de empanadas de Times Square

Ariel Barbouth en su quiosco de empanadas de Times Square Crédito: Gerardo Romo / EDLP

Nueva York— “Pasé de vender fondos de inversión a vender salsa de tomate”.

Ese fue el salto del argentino Ariel Barbouth que de la banca de inversión pasó al sector de la alimentación, para ayudar a un amigo, y terminó montando una peculiar empresa de comidas.

Barbouth empezó en noviembre de 2011 con un elegante quiosco de empanadas argentinas —tradicionales y creativas—, en Times Square, el cosmopolita escaparate de Nueva York por el que pasan millones de personas al año. Ahora, con una producción entre 25,000 y 30,000 empanadas semanales, sueña con consolidar su marca, Nuchas, y ampliar sus operaciones.

Su objetivo es que la empanada compita y sea alternativa a la pizza y el taco como comida que se come con la mano.

Para llegar a este punto, Barbouth ha tomado un camino en el que se reconocen algunas de las condiciones necesarias, según los consultores, para emprender un negocio.

Una de estas es expandir la red de contactos.

Barbouth ha contado con iniciativa, pasión y trabajo pero también ha conocido a personas dentro del sector con las que asociarse y ha contado con la ayuda de organizaciones como el New York Business Development Corporation (NYBDC) y Ole, la organización de Latinos Empresarios del Small Business Development Center.

Antes de picar cebolla para la empanada, Barbouth estudió ingeniería en Boston y trabajó en banca de inversión y capital riesgo. Escapó de la explosión de la burbuja en 2001 porque antes decidió ayudar a un amigo italiano que tenía una empresa de salsa de tomate. “Organicé reuniones, entramos en comercios como Zabar’s y Gourment Garage, pero también ofrecía a los clientes que probaran el producto”, explica. “Me iba a casa con los pies hinchados y feliz porque me gustaba el aspecto comercial”, explica.

En 2006 volvió a Argentina donde redescubrió con pasión la empanada. Aunque como ocurre casi siempre, fue gracias al apetito de terceros.

Unos amigos, de nacionalidad japonesa e irlandesa, le fueron a visitar y una noche Barbouth pidió empanadas para cenar en casa. “Al abrir la caja, las miramos y nos dijimos, esto es lo que hay que hacer”, cuenta. “Era el 29 de diciembre de 2006”, recuerda “y empecé a mirar a la empanada con corazón”.

Tres años mas tarde, tras haber estudiado la logística, gestión y recetas de las empanadas (con el rey de este manjar en argentina, Topeto Díaz), junto con su esposa, Leni Méndez —que aparcó momentáneamente su carrera de artista—, y $9,000 en el bolsillo Barbouth desembarcó, de nuevo en Nueva York.

En ese punto, Barbouth ya estaba cumpliendo con otros de los requisitos del emprendedor: hacía lo que disfrutaba, se convirtió en un experto en su campo e invirtió en su formación.

Los siguientes capítulos de su guía como emprendedor fueron los relativos a la adaptación a las circunstancias, un plan de negocio y la creación de un equipo.

Barbouth dice que el no vino a Nueva York “a vender empanadas a $1.5 (las vende a $3) porque o no tienen la calidad que yo quiero el que la hace no gana dinero”, cuenta. Sabe que hay a ese precio pero su plan era distinto.

Su idea, madurada en Argentina, era abrir una fábrica con una inversión de un millón de dólares. Pero económicamente el ambiente era complicado. La Gran Recesión seguía siendo parte de la vida cotidiana y despegar con un restaurante era difícil. Además no fluía el crédito. Así que empezó haciendo caterings, compartiendo la fábrica de pan de un amigo, y creando recetas con el chef argentino Germán Lucarelli.

“Un 14 de julio fuimos a vender empanadas junto con un amigo a un festival francés que celebraba la toma de La Bastilla en un barrio de Manhattan. Nos fue muy bien y entonces decidí que había que abrir en la calle”, cuenta.

La oportunidad llegó cuando la Times Square Alliance decidió conceder cuatro lugares para comida en la icónica plaza. Se presentaron 70 proyectos y el suyo fue uno de los cuatro ganadores. Barbouth, admite que estaba muy nervioso y recuerda que aunque le concedieron un crédito de $400,000 dólares, este estuvo a punto de caerse por una cuestión de inmigración, la falta de residencia permanente. El problema lo solucionó la suerte. A su mujer le tocó la lotería de la carta verde poco antes de cerrar el crédito. “Me maté trabajando pero además tuve suerte”, reconoce.

El éxito en Times Square le ha llevado a cumplir con otro de los requisitos del emprendedor: captar la atención de la clientela. Ello le ha permitido abrir otro quiosco más, tener un camión de comida y preparar un nuevo concepto de carro para otro parque en la calle Bleecker que debutará en mayo.

Nuchas emplea a 32 personas a tiempo parcial y completo algunas de ellas y pese a que este duro invierno “hemos sentido la angustia”, Barbouth ya está preparando el siguiente paso, abrir locales en la ciudad a partir de 2015.

Y con el tiempo, hacer de Nuchas una marca internacional.

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