Madre latina emigró a NYC para cuidar de hijo discapacitado

Boliviana emigra a EEUU en busca de un mejor futuro para su hijo y crea un jardín contra la discriminación

María Amurrio  junto a su hijo Sergio Ríos.

María Amurrio junto a su hijo Sergio Ríos. Crédito: Suministrada

Nueva York — Rechazada por su esposo al dar a luz a un bebé con Síndrome de Down, María Amurrio (60) no dudó en abandonar Bolivia para brindar a su hijo una vida libre de maltrato y exclusión.

“Fue una decisión de sacrificio y dolor”, recordó con tristeza. “Dejé a mis otros dos hijos, de entonces 9 y 14 años, al cuidado de mi expareja. No tenía dinero para traerlos conmigo”.

Maggie, como la conocen en El Barrio, emigró hace 25 años a Nueva York sin más pertenencias que un par de maletas, todo por el sueño de que su hijo Sergio Ríos gozara del cuidado médico que era inaccesible en su país natal.

“Mi hijo tenía un año cuando llegue a East Harlem. Fue un duro comienzo con poco apoyo de la familia, pronto nos quedamos solos”, comentó. “Lo más difícil fue entender el sistema de salud. El idioma fue el primer gran impedimento”.

Decidida a no dejarse vencer, Amurrio acudió a líderes religiosos, funcionarios electos, vecinos y organizaciones que le abrieran las puertas en hospitales de la ciudad. Al mismo tiempo laboraba largas jornadas como empleada doméstica, dejando de lado su profesión de maestra. Gracias a su persistencia y tenacidad, logró tratamiento médico y paso directo a escuelas especiales para Sergio.

La misión de Maggie no concluyó con la atención de los mejores médicos y catedráticos. La siguiente batalla en su cruzada sería crear un espacio libre de discriminación.

“Muchas veces mi hijo fue rechazado por otros niños en los parques públicos”, dijo con lagrimas en el rostro. “Yo quería un lugar donde él pudiera sentirse libre y acompañado de personas que lo vieran con los ojos del corazón”.

María se entregó a la tarea de transformar un terreno abandonado, situado atrás de su edificio en la calle 100 y la Avenida Lexington, en un oasis verde que sirvió de sala de juegos para Sergio y otros niños del vecindario. En El Jardín de Maggie, como se conoce el lugar, los árboles están bautizados como una gran familia.

“Llevan los nombres de mis hijos y nietos. El de Sergio lo planté hace 21 años y está reluciente cada primavera”.

Hoy, Sergio es un activo voluntario, pero no exclusivo para El Jardín de Maggie. También colabora con el Departamento de Motores y Vehículos como parte del programa Lifespire, que busca la independencia y la adaptación de individuos con discapacidad.

“Yo ayudó cada miércoles en las oficinas —de Motores y Vehículos— de la calle 125”, dijo Sergio con una sonrisa. “Me gusta ayudar”.

Amurrio, quien sobrevivió al cáncer de estómago cuando Sergio tenía once años, enfatizó que seguirá luchando con uñas y dientes.

“Qué no haría una madre por ver a los hijos felices y realizados. Sergio no es especial, es extraordinario, él es mi vida”, concluyó.

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