Indocumentados luchan por conseguir trasplantes

El alto precio al cuidado médico excluye a los migrantes indocumentados tener acceso al tratamiento que necesitan

Nueva York — El estatus migratorio podría ser de vida o muerte para inmigrantes que necesitan un trasplante. Muchos se enfrentan a la desesperanza sin un número de seguro social que les brinde elegibilidad para la cobertura de Medicaid.

El infierno del mexicano Alberto López (33) comenzó en 2004 con una revisión médica como requisito laboral. Luego de varios estudios por anormalidades en los riñones, los médicos le informaron que padecía insuficiencia renal y que tendría que someterse a diálisis de inmediato.

El padre de dos adolescentes admite que no hizo caso a los síntomas y que los años le cobraron la factura con un tormentoso dolor. A una década del diagnostico sigue esperando un trasplante que le salve la vida.

Cuando EL DIARIO/LA PRENSA publicó su historia en el invierno de 2011, Pérez tenía la esperanza de que su estatus migratorio no sería un impedimento para convertirse en un receptor de órganos, pero su anhelo pasó a resignación.

“Ya no hago planes para el futuro”, dijo con voz firme. “Sé que no habrá más arena en este reloj, el tiempo se me acaba”.

López, un residente del condado de Orange al norte del área metropolitana de Nueva York, dijo que le costaría dos vidas desembolsar el coste de la cirugía y el tratamiento postoperatorio, que se cotiza hasta por $500,000. Solo los medicamentos anti-rechazo pueden costar de $2,000 a $4,000 por mes.

“Mi vida depende de un número, soy una cifra sin rostro”, dijo Pérez. “Sin un seguro social o una tarjeta de residencia no soy elegible para Medicaid, solo candidato al seguro de emergencia”.

El Medicaid de emergencia ayuda a Pérez a costear un mínimo porcentaje de sus gastos médicos. La mayoría de los ingresos de los dos empleos de su esposa, Dalia López, sirven para la compra de medicamentos.

Un residente de Woodside, Queens enfrenta similar situación. Víctor Oaxaca (25) vive con diálisis desde hace tres años. Cuando EL DIARIO entrevistó a sus padres Manuel Oaxaca y Luz Marina Ramírez en octubre de 2012, el muchacho estaba inconsciente en una cama del Hospital Elmhurst.

“El Medicaid de emergencia ayuda, pero mis padres asumen la mayor parte de los gastos de hospitalización y medicina”, indicó. “Es inhumano que un papel decida mi expectativa de vida. Sigo sin comprender porque el estatus migratorio determina quien vive”.

Pese a su condición, Oaxaca trabaja pocas horas los fines de semana musicalizando fiestas infantiles. “Me mantengo fuerte, quiero vivir”, agregó.

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