Fin de ciclo en El Salvador

Un 51% consideró que Funes dejó un mejor país.

Un 51% consideró que Funes dejó un mejor país. Crédito: EFE

El Salvador

En los libros de la historia nacional, siempre habrá un antes y un después de la gestión de Mauricio Funes, sobre todo porque su llegada al poder el 1º. de junio de 2009 significó, por un lado, el arribo a la mayoría de edad de la izquierda parlamentaria salvadoreña que a través del Frente Farabundo Martí Para la Liberación Nacional (FMLN), logró hacerse con el poder político del país, una utopía por la cual decenas de miles de sus militantes dieron incluso su vida.

Por otro lado, la llegada de Mauricio Funes a la Presidencia de la República en 2009 significó en términos del espectro político salvadoreño una consolidación de la democracia en El Salvador, luego de los Acuerdos de Paz de 1992, y además, la alternancia en el poder, luego de 20 años de gobiernos del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).

En el plano político se han dado logros impensables en áreas como las relaciones internacionales, con el establecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, Rusia, Viet Nam, Eslovenia, la Republica Checa, y otros países que en el pasado eran demonizados por la derecha salvadoreña. Su apoyo a los programas sociales ha sido sin embargo uno de los aciertos más logrados de su gestión, y le ha valido al FMLN buena parte de los resultados electorales de este año, en los cuales salió electo el profesor Salvador Sánchez Cerén.

En el área de salud sus logros son innegables sobre todo con la aprobación y ejecución de la nueva Ley de Medicamentos, que beneficia a gran parte de la población con el abaratamiento de los fármacos; pero no solo ello, el control del dengue, del cólera, de la mortalidad infantil y de la mortalidad de las parturientas, ha sido en términos de salud uno de los grandes avances de este quinquenio.

Si bien es cierto que a nivel de superestructura política se han dado transformaciones, no ocurrió lo mismo en el plano de la infraestructura social, ya que las argollas asfixiantes impuestas por los organismos multilaterales del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial (BM), del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o de la Organización Mundial del Comercio (OMC), han apretado sus tuercas sobre la magra economía nacional y están a punto de asfixiarla. El único respiro que tiene el país, son los 4 mil millones de dólares anuales de remesas, un 16 % del Producto Interno Bruto (PIB), que se reciben de los salvadoreños residiendo en el exterior.

En números básicos, el país fue hallado en bancarrota y sigue en una unidad de cuidados intensivos, luego de la terapia de choque que significó para toda la sociedad salvadoreña, la llegada de un hombre progresista a Casa Presidencial.

En este sentido Mauricio Funes, con su carácter puntual, que a muchos incomoda porque, paradójicamente, decir la verdad a veces es mala propaganda, demostró al país, a la sociedad, a la comunidad internacional, el porte de un estadista a la altura de las circunstancias y que supo manejar con mano de torero muchas situaciones críticas, como negarse a ingresar a ALBA, denunciar la corrupción y el nepotismo de la plutocracia salvadoreña y marcar un estilo propio de gobierno identificado con las grandes mayorías.

La seguridad, sigue siendo el gran tema pendiente, y uno de los grandes calvarios de nuestro país. A pesar de haber logrado una especie de tregua inoficial entre las pandillas y algunos grupos criminales, lo cierto es que el incremento de la violencia no ha logrado detenerse. Quizás porque faltó una decidida voluntad política del Ejecutivo para apostarle a una línea coherente en el manejo de la problemática delincuencial y criminal del país. El titubeo entre mano inteligente y mano dura, así como entre la negociación y la tregua con las pandillas o la represión abierta, no permitieron al Ejecutivo trazar una línea definida y seguirla hasta el final, lo cual repercute hasta el día de hoy en el aumento de la criminalidad.

Y ello a pesar de haber diagnosticado, incluso con observadores internacionales, que el problema delincuencial en El Salvador tiene arraigos en cuestiones estructurales del país como la desigual distribución de la riqueza y el carácter exclusivo de los grupos de poder, que tienen el monopolio de la economía nacional y lo usufructúan para sus egoístas intereses.

La gestión de Mauricio Funes que este 31 de mayo llega a su fin es histórica y sienta el precedente de que la izquierda del FMLN ha llegado al poder para quedarse.

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