Panadería en Brooklyn vive el Mundial con lealtades divididas

En Stella Di Sicilia, antes propiedad de sicilianos y ahora de colombianos y argentinos, los sentimientos estarán encontrados en la cita mundialista

La panaderia con dulces y facturas de varios países.

La panaderia con dulces y facturas de varios países. Crédito: Joaquin Botero / El Diario

Nueva York – A un día que inicie el Mundial Brasil 2014, los trabajadores de una panadería y cafetería en East Williamsburg en Brooklyn se dividen las lealtades para con los equipos participantes en el certamen.

El dueño del local, Arnulfo Montenegro, es colombiano casado con una argentina. Allí también trabaja su cuñada, Estela Farías, argentina casada con italiano.

A falta de equipo en la cita mundialista, otra trabajadora, la peruana Heidi Morales, 42, cambia de simpatías en cada partido. A ella le gusta Costa Rica porque vivió allí, y Uruguay porque es pequeño y tuvo un buen desempeño en el pasado Mundial.

“Yo tenía diez años la última vez que Perú clasificó. Ni recuerdo. Sé que Perú fue bueno en los Setenta pero a mí no me tocó eso”, dice.

Montenegro, 56, nació en la población de Guayatá, en Colombia. Compró la panadería en 1996. La última vez que Colombia asistió a un Mundial fue en 1998. “Estoy muy contento después de dieciséis años. Lástima lo de Falcao. Mi esposa le hace fuerza a Argentina, pero no es fanática. Nuestro hijos nacidos acá le hacen barra a los tres países, pero más a Estados Unidos”.

Estela Farías está casada con un italiano de apellido Tinazzi. “Mi marido es fanático de su país, pero también le gusta Argentina. En cambio mis hijos siempre le van a Argentina, aunque nacieron acá”.

Acorde con su identidad original, la panadería y cafetería expende panes italianos y café. Aunque hay productos distintos como bagels de la tradición judía, almojábanas de la culinaria bogotana y sándwiches cubanos. Es muy frecuentado por los latinos del barrio y también por los llamados ‘hipsters’.

Un televisor ubicado encima de una mesa de amasar se enciende en ocasiones especiales como la del Mundial los empleados ven de reojo los partidos.

Jesús Flores, 23, estadounidense de padres mexicanos, trabaja desde los 14 en la panadería. “No es fanático ni de México”, dice su jefe, Montenegro. “En cambio mi otro empleado mexicano, Abel Bravo, sí lo es, y sufrió mucho con la clasificación de su equipo”.

Quizás alguno de ellos celebre que la selección de su país levante la Copa del Mundo el 13 de julio.

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