No todos creen en el ‘ojo por ojo’

Se incrementan enfrentamientos entre palestinos e israelíes

Un joven ondea una bandera palestina durante un enfrentamiento contra las fuerzas israelíes en el barrio de Shuafat.

Un joven ondea una bandera palestina durante un enfrentamiento contra las fuerzas israelíes en el barrio de Shuafat. Crédito: <copyrite>EFE </copyrite><person>< / person>

Jerusalem

Los gritos de los jóvenes palestinos que arrojan piedras a los soldados israelíes en las calles de Shuafat, un barrio árabe de Jerusalén, se cuelan en el salón de la familia Abu Khudair, rompen el silencio sepulcral y sobresaltan el callado llanto de las mujeres.

Hundido en un sillón, Hussein, el cabeza de familia, se enjuga los ojos llorosos para explicar cómo su hijo, Mohammed, de 17 años, salió al alba de la casa para participar de la primera oración del mes santo musulmán de Ramadán y nunca más volvió. Horas después, su cuerpo fue encontrado en un barrio del oeste de ciudad.

“Tenía 17 años, tenía derecho a salir solo e ir a la mezquita, que está a escasos metros”, explica, casi disculpándose. “Unos colonos israelíes lo forzaron a entrar en un coche. Eran dos hombres y un tercero que conducía. Otro vehículo los seguía. Todo quedó grabado en las cámaras de seguridad de la calle que ya entregamos a la policía”, repite este padre de siete hijos que trabaja como electricista.

Desde que se confirmó la noticia de la muerte de Mohammed Abu Khudair, los enfrentamientos de Shuafat no cesaron. Decenas de jóvenes palestinos enmascarados y escondidos tras improvisadas barricadas tiran piedras y cócteles molotov de fabricación casera a una barrera de policías y soldados israelíes, que les responden con disparos de balas de goma y bombas de sonido.

“¡Alá es grande! Tirar piedras es lo único que nos queda por hacer. La muerte o la detención en una cárcel israelí no nos dan miedo porque vivimos ya llenos de miedo”, dice un joven enmascarado llamado Yasser.

Más de 40 palestinos resultaron heridos en Shuafat, según fuentes médicas locales, algunos de ellos por balas reales. La estación del tranvía de Jerusalén que pasa a pocos metros fue totalmente destrozada por estos grupos de jóvenes palestinos. Las calles del barrio están desiertas y huelen a caucho quemado y munición.

Para los palestinos de Shuafat no hay duda de que el asesinato de Mohammed es la respuesta a la muerte de los tres jóvenes israelíes cerca de Hebrón, al sur de Cisjordania.

“El primer ministro Benjamin Netanyahu dio su visto bueno para que los colonos comenzaran a matarnos”, afirma Hazem, de 19 años, apostado tras una barricada mientras señala el vecino asentamiento israelí de Ramat Shlomo, situado en la entrada de Shuafat.

La palabra “venganza” resuena también con especial fuerza en las calles de Shuafat, pero Hussein Abu Jdeir no quiere echar más leña al fuego y asegura, con una gran serenidad, que el “ojo por ojo” no le devolverá a su hijo.

“El padre de uno de los chicos israelíes asesinados en Hebrón nos envió un mensaje de solidaridad. Tiene razón, la sangre de su hijo y la del mío valen igual. Y Mohammed era un buen chico”, afirma Hussein Abu Khudair, cuya familia es una de las más grandes y respetadas del vecindario

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